Opinión

Por qué no se callan

Amaneció el día con niebla en el alma. Diríase que los fantasmas en vez de por la noche salían con el sol. El alumno de un instituto de EE UU acababa de matar a varios de sus compañeros. Pero los más jóvenes comentan la gala de OT aún con la sangre fresca en las aulas, tal vez haciendo figuras geométricas. Las pistolas, dirán, mejor para las series. Del «reality» ha salido una chica simpática que canta bien y habla peor. El público y uno de sus compañeros se han enamorado de ella. Bueno. Lo de hablar, un gran ejemplo para las nuevas generaciones. No articular un par de frases sin que surja una muletilla merecería la intervención del Ministerio de Educación, si es que aún sigue existiendo. El programa va de cantar no de farfullar así que ni ella ni sus compañeros «súper» y «guays» pierden puntos por cada oración inconsistente. En tiempos de «El cordobés» y aquellos mitos nacidos de la pobreza del tardofranquismo resultaba gracioso que estos personajes se expresaran al contrario que un presentador del Nodo. El analfabetismo de muletilla era lo común. Hoy existe una educación obligatoria. Exámenes de comprensión lectora por la que un país hace el ridículo. Me pregunto si esa forma de expresarse, tan ramplona, tiene algo que ver con el comportamiento. Supongo que un científico me mandaría a una granja de gallinas como castigo. Aunque la reflexión sigue ahí: si los ídolos de los que han de tomar el testigo no saben hablar qué vamos a decirles cuando le anunciemos el Apocalipsis. ¿Guay?