Opinión

Pensiones

La sociedad española ha hecho un esfuerzo gigantesco para que los pensionistas no perdieran dinero con la crisis. Es el único grupo importante que no ha visto reducidos sus ingresos: si el coste de la vida ha subido el 16,50 por ciento entre 2007 y 2017, en el mismo período los pensionistas han visto sus ingresos subir un 16,53 por ciento (datos del MESS). El esfuerzo ha sido aún más significativo si se tiene en cuenta que nunca en la historia de nuestro país había habido tantos pensionistas (8.705.707), ni la pensión media había sido tan alta (1.071,01€).

En el origen de esta situación están las decisiones que tomó el gobierno del Partido Popular. Consistieron en tres puntos: que las pensiones subieran (en contra de la decisión del gobierno socialista, que las congeló en 2011), que no se pediría un rescate que pusiera en peligro el Estado de bienestar, y que el empleo sería la clave de la recuperación.

Otra de las explicaciones de lo conseguido con las pensiones está en el consenso alcanzado en el Pacto de Toledo.

A diferencia del conjunto de medidas que configuran lo que llamamos reforma laboral, las que atañen a las pensiones han contado hasta ahora con el respaldo de los agentes sociales y políticos, incluidas las de la compatibilidad al 50 por ciento o la que prima a las mujeres que interrumpieron su vida laboral para tener hijos. Así se han evitado los daños morales, letales para un sistema que se sostiene por la confianza que infunde.

Y ha sido fundamental, cómo no, la propia voluntad de la sociedad española, empeñada en preservar la dignidad de sus mayores y no exigirles sacrificios que no les tocaba a ellos hacer. En el fondo, la decisión del Gobierno del Partido Popular tradujo en su momento –de ahí el resultado electoral de 2011– lo que era y sigue siendo un deseo irrenunciable de los españoles, de esos que nos hacen entender por qué España es una sociedad tan cohesionada y atractiva.

Por eso también se equivocarán quienes pongan en peligro estos objetivos y reintroduzcan la demagogia en un asunto que no la admite.