Opinión
Primer gran acuerdo
Antonio Machado, posando de Juan de Mairena, decía: «Yo os aconsejo que habléis siempre con las manos en los bolsillos». Es una frase que tendrían que haber memorizado todos nuestros políticos hace cuatro días antes de entrar en el hemiciclo a debatir la prisión permanente revisable. La resaca de la reyerta solo ha tenido un único aspecto positivo: por primera vez, en los días siguientes, todos los políticos se han mostrado de acuerdo en algo. Han coincidido en reconocer ante la opinión pública que protagonizaron un inmenso ridículo. Que ese sea el primer gran pacto de pensamiento que consiguen nuestros partidos en los últimos tiempos es bastante triste, pero algo es algo. No nos engañemos. Si todos se han mostrado contritos ha sido porque han comprobado la repulsa general de su actuación tanto en medios, pensadores, como opinión pública. Tendremos que ponernos serios, todos estos últimos, para exigirles que se sienten de una vez a hacer un gran pacto sobre esos temas pendientes que afectan a toda la población y que superan sus particulares expectativas electorales: pensiones, educación y reforma de los códigos de leyes. Por supuesto que ha sido una vergüenza la equivocada actitud de Ciudadanos con su papel de capitán araña al principio de todo el asunto de la prisión revisable. Pero más vergonzoso hubiera sido no rectificar y, al menos, supieron hacerlo. Ni PSOE, ni Podemos, fueron capaces de tomar la misma decisión valiente cuando vieron en lo que se adentraban. Lo que necesitamos ahora es gente capaz de meterse las manos en los bolsillos a la hora de hablar de los grandes temas y no caer en la inercia de la propia gesticulación ideológica. Yo entiendo que el lenguaje corporal es inevitable en los humanos que somos. Pero, como filólogo, siempre he tendido a desconfiar de él. No niego que exista, seguro que tiene sus propios signos de exclamación y sus puntos suspensivos. Pero, por una cuestión de simple jerarquía comunicativa, prefiero argumentar con la gramática en lugar de hacerlo con el garbo del ademán. Y sobre todo, por favor, absténganse de intentar explicarme con detalle en qué zona del cuerpo se halla, en ese lenguaje corporal, el punto y aparte.
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