Opinión

Primavera

Seguramente lleva razón Antonio Gala y en una rosa caben todas las primaveras, lo mismo que una teja antigua de la casa del pueblo contiene el universo entero y en una caracola, si la acercamos con convicción al oído, resuena el mar. El caso es que la primavera, que la sangre altera, llega oficialmente sin hacer ruido, este martes, a las cinco y cuarto de la tarde, hora peninsular. Y no hay quien la pare. Como dice Neruda, «podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera». En este amanecer del primer día del equinoccio, teóricamente florido, pero que este año viene borrascoso, la vida empieza de nuevo. Como una confirmación de que todo empieza siempre, los científicos han alcanzado ya a ver por primera vez a través de un potente telescopio instalado en la base Admunsen Scott de la Antártida el parpadeo tembloroso del primer día de la creación del universo hace 13.800 millones de años. Eso dicen. ¡La primavera del cosmos, por fin, a nuestro alcance! A estas horas, el famoso astrofísico Stephen Hawking habrá descubierto ya con asombro la explicación de todo, que él no fue capaz de intuir siquiera. Lo asombroso nos envuelve, pero está sólo al alcance de los niños, de los santos y de los poetas. El azar y la ciencia son los seudónimos de Dios cuando no quiere firmar con su nombre. La primavera es el despertar de la tierra. Como ha escrito Khalil Gibran, en el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante. Es lo que ocurre con este invierno tardío que cubre de nieve las mesetas y los puertos de montaña. En mi pequeño jardín, ni siquiera han brotado las violetas ni las margaritas. Pero no tardarán. Por San José acostumbran a llegar de África las primeras golondrinas exploradoras. Es el tiempo de sembrar los garbanzos y los tardíos. Las ovejas están pariendo los corderos pascuales. El agua pura del deshielo cantará pronto en los regatos cuando cese este ramalazo tardío del invierno. En las Tierras Altas eso aún tardará. Poco a poco despertarán los sembrados, aplastados aún por las heladas, nacerán en los abrigos de las herrañes, entre los olmos, las primeras violetas, aparecerán los morrenglos amarillos en los ribazos y moverá el monte, ahora todavía oscuro y yerto, con nieve en las umbrías. Hay que esperar. Cuando salga marzo y bien entrado abril, las nubes a llorar y los campos a reír. Es cuando llegará allí de verdad la primavera con las abarcas cubiertas de flores.