Opinión
Manda la desobediencia
Si yo digo: «La verdad no existe» estoy entrando en contradicción porque, al afirmarlo, lo estoy exponiendo como una verdad. Este tipo de paradojas son el punto flaco de las CUP: si pretendes que mande la desobediencia ya estás obedeciendo a algo y, si obedeces, pues ya no es desobediencia. Si la difundes entre la gente cada individuo hará su interpretación y unos desobedecerán a unas cosas y otros a otras. O sea, lo más contrario al objetivo de cualquier política administrativa practicable. Anteayer por la noche, el independentismo sufrió un ataque de euforia al anunciar Torrent un alocado pleno de investidura, porque todos dieron por supuesto que se había llegado a un pacto con la CUP. Al fin y al cabo, ¿en qué cabeza sana cabía pensar que alguien políticamente cuerdo iba a meterse en una cosa así sin pactos? La euforia de los independentistas duró lo que tardó en saberse que se habían lanzado a la piscina sin tener nada atado con los antisistema. Las CUP no fueron tan tontas como para no ver que las sometían a un chantaje en vivo y en directo. Incluso los cuperos son conscientes de que las instituciones y las investiduras ni sirven ni están hechas para intentar sacar de apuros judiciales al primer bribón que nos salga al paso. Ahora, cuatro votos tienen a toda Cataluña en el aire. Escribir y terminar haciéndolo para la crónica de la realidad tiene momentos sincopantes. Este indica que no se sabe lo que va a pasar. Pero se está dando una situación innegable: nadie sabe cuánto durará pero, ahora mismo,en Cataluña manda la CUP. Manda, pues, la desobediencia.
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