Opinión

La cultura

Es frecuente oír hablar últimamente de «cultura heteropatriarcal», «cultura feminista», «cultura nacional» o «nuevas culturas». Es como si a algunos la cultura les pareciera poco y tuvieran que ponerle coletilla. Pero la cultura con adjetivos deja de ser cultura: la cultura de verdad no necesita adjetivaciones. Ese maravilloso conjunto de informaciones mejora el juicio crítico y puede ayudarnos a orientar nuestra conducta. Nos permite que, cuando alguien sufre un infarto a nuestro lado, sepamos cómo podemos salvar mejor su vida con un desfibrilador que bailando la danza apache de la lluvia. Por eso hay un concepto importantísimo dentro de la idea de cultura que es el de la transmisión de información. Durante la modernidad y hasta hace poco, el comercio fue un buen aliado de esa transmisión. Pero la desconfianza hacia la riqueza y lo corporativo nos han hecho perder posibilidades de libertad artística. Desequilibrado el sistema hacia la pata de lo institucional, ha prosperado en ese campo el enchufismo y los amiguismos de tal manera que, hoy en día, no hay nadie que no desconfíe ya un poco de cualquier recomendación cultural de las instituciones.

A mí me gustan los inquietos que intentan recuperar la iniciativa privada en ese campo con cierto garbo. Por ejemplo, cerca de donde yo vivo en la costa catalana, a un balneario SPA se le ha ocurrido crear un festival anual literario. Traen figuras de las letras del momento para que charlen entre ellas de cara al público. ¿No les parece una grandísima idea? El lugar se llama «Le Meridien Ra» de Comarruga. Han recibido ya a Cristina Fernández Cubas, Manuel Vilas, Rosa María Calaf, Fernando Iwasaki o Juan Soto Ivars transmitiendo sus preguntas. ¿Tan difícil sería para los grandes grupos hoteleros imitar este tipo de iniciativas? Gran parte de nuestro producto interior se genera en el turismo. Aprovechar esa red ya creada para marinarla en cultura duplica las posibilidades de los mercados. Las preguntas de los buenos artistas siempre crearán cierta desazón. Nada mejor que un paisaje privilegiado alrededor para pelar esa cáscara amarga de lo intelectual. Ese es el camino. Que la transmisión continúe en el mejor de los escenarios.