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Opinión

La comedia de los Presupuestos

Cristóbal Montoro llevó ayer al Congreso de los Diputados la letra gruesa y la letra pequeña de los Presupuestos Generales del Estados bajo la bandera mágica del «gasto social» y se los entregó, con la pompa habitual, a una sonriente Ana Pastor, ahora presidenta de la Cámara Baja y en el futuro, quién sabe.

Rajoy, el político más hábil de su generación, encargó a Montoro unas cuentas para hacer amigos y el ministro de Hacienda, desde su perfil más socialdemócrata –que molesta y mucho al PSOE–, ha hilvanado unos números que le permiten decir al Gobierno, y es cierto, que los ingresos de 13 millones de españoles dependen de que salgan adelante. Una manera, como otra cualquira, de traspasar la responsabilidad al PNV y también a parte del resto de la oposición, en unos tiempos en los que, como en el caso del rey desnudo, nadie quiere explicar a los ciudadanos la auténtica realidad. Tampoco hay nada nuevo bajo el sol. Winston Churchill, que tiene citas para casi todo, lo describió hace décadas con su habitual cinismo: «Las multitudes permanecen hundidas en la ignorancia de los hechos económicos más simples y sus líderes, cuando les piden sus votos, no se atreven a desengañarlos».

El proyecto de Presupuestos alumbrado por Montoro es un ejemplo paradigmático de lo que afirmaba el político británico amante de los habanos. El ministro de Hacienda, que hace mucho tiempo que es un político a tiempo completo, califica sin rubor sus cuentas como «las más sociales de la historia» y los Presupuestos «de los funcionarios y los pensionistas» que, por cierto, han sido los colectivos que mejor han soportado la crisis. Los primeros mantuvieron el empleo y los segundos, al menos hasta ahora, el poder adquisitivo.

El conjunto de las Administraciones Públicas, aunque el dato no aparece de forma explícita en los Presupuestos, gastará en 2018 algo más de 480.000 millones de euros y de ellos, casi 270.000 en lo que se denomina «gasto social», es decir, sanidad, educación y protección social –pensiones de todo tipo, incluidas las de viudedad y desempleo–. Esa fantástica cifra, que a algunos todavía les parece poco, avalan el que efectivamente sean unos Presupuestos muy sociales. El PSOE de Pedro Sánchez y la pareja de líderes podemistas Iglesias-Montero denunciaránque podrían ser más sociales, porque siempre hay un más allá, pero esas acusaciones no dejar de formar parte de la gran comedia que se pone en escena cada vez que se presentan unos Presupuestos. El Gobierno de turno –y en este caso con razón– presume de su política social, porque es lo que desean oír a las multitudes que citaba Churchill, y la oposición arremete sin piedad contra los gobernantes y todavía más si pueden ser tildados de centro derecha o de derecha. Más allá, apenas unos pocos entienden la letra pequeña –en 1982, cuando Boyer llegó al ministerio los interventores del Estado le tuvieron que explicar las grandes claves presupuestarias– y los ciudadanos-votantes apenas se quedan con aquello de si les suben la pensión, su salario como funcionarios o si pueden acogerse a alguna ayuda social o ventaja fiscal. Y por supuesto, a nadie le importa que los gastos superen a los ingresos en 25.000 millones y que eso sea insostenible. Si salen adelante será otra victoria de Rajoy y si zozobran, aunque no le interesa, Pedro Sánchez lo celebrará. Es la gran comedia de los Presupuestos, y si de ellos no dependiera el futuro próximo de 13 o más millones de ciudadanos hasta sería divertida.

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