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«De Bellum luce»

Feminismo del uno por ciento

El mayor error es haber convertido el feminismo en otra bandera ideológica más de confrontación, a izquierda, y, en respuesta, a la derecha de la derecha. Y las banderas no salvan vidas

¿Puede un Gobierno que se define como feminista minimizar la pérdida de un solo expediente que afecta a la seguridad de las mujeres y a la eficacia de nuestro Estado de Derecho en perseguir a sus maltratadores? ¿Puede ampararse en porcentajes ante víctimas que confiaron en el Estado? Igualdad ha reaccionado a la defensiva ante un grave fallo del sistema, con ese juro y perjuro «que las víctimas siempre estuvieron protegidas», pero sin transparencia, sin dar los datos exactos y sin que nadie asuma responsabilidades.

¿Quién supervisó la migración de datos entre adjudicatarios en las pulseras telemáticas que controlan a los maltratadores con órdenes de alejamiento? ¿Se hicieron pruebas de restauración antes de poner en marcha el sistema? ¿Existían planes de contingencia claros en un tema tan delicado como este? Este sistema de pulseras telemáticas es para miles de mujeres en España la diferencia entre vivir con miedo o poder salir a la calle con una mínima garantía de seguridad, y que falle, aunque sea de manera puntual, es un golpe directo a la confianza de las víctimas en la protección del Estado.

Sólo el hecho de quitar importancia a lo ocurrido, porque afecta, presuntamente, al 1% de los expedientes, es motivo para que la señora ministra de Igualdad abandone su cargo: ella, más que nadie, debería ser consciente de que basta con que una sola mujer haya visto cómo su denuncia queda en el aire, porque los datos no se registraron, para entender que el sistema ha fallado.

La política feminista de un Gobierno se mide ante este tipo de situaciones. No en lemas, ni en campañas institucionales ni en anuncios que muchas veces van más dirigidos a confrontar que a generar consensos sobre un problema de todos. Lo que a las mujeres nos importa no es que un Gobierno se declare feminista, sino que funcione el sistema que nos protege.

La oposición habla de dimisiones y la Fiscalía y el Gobierno de incidencia puntual. Pero el debate debería centrarse en cómo blindar el modelo para que no haya más agujeros y para corregir las deficiencias detectadas: auditorías externas, planes de continuidad en cada transición de contrato, almacenamiento redundante de datos, alarmas automáticas cuando un dispositivo deje de transmitir o cuando se pierda un registro, o una decente red de internet en la España rural.

La etapa del feminismo de Sánchez nos deja un balance mixto. Ha habido avances en institucionalización, pero graves tropiezos en la legislación y, según se ha visto ahora, también en la gestión tecnológica. El mayor error es haber convertido el feminismo en otra bandera ideológica más de confrontación, a izquierda, y, en respuesta, a la derecha de la derecha. Y las banderas no salvan vidas.