Opinión
La empatía y el respeto
Una de las cosas que me preocupan de la actual sociedad catalana es que gran parte de mis paisanos parecen no suscribir la frase fundamental de Voltaire sobre la democracia. Es aquella en la que dijo que dedicaría la mitad de su vida a rebatir las ideas de sus adversarios, pero la otra mitad a que éstos pudieran expresarlas. Esa es, para mi gusto, la base de la democracia. Muchos de mis compatriotas no parecen estar dispuestos a poner en práctica la frase e incluso ni tan siquiera a querer conocerla. ¿Estamos tan formados y somos tan avanzados como nos creemos los catalanes? Porque aplaudirse a sí mismos pueden hacerlo hasta los chimpancés, pero para ponerse en el lugar del otro, entender que puede pensar distinto y que debemos garantizar que pueda expresar esa discrepancia, se precisa una complejidad cognitiva un poco más desarrollada.
En lugar de eso, encuentro en muchos de mis compatriotas un obstinado y cerril deseo de hacer suya la calle y expulsar a los otros. Toda esta tensión, toda esta ridícula excitación bélica es antidemocrática. Los catalanes necesitamos tender puentes y hablar de nuestras discrepancias. A una gran parte de ellos les va a resultar muy difícil olvidar que los pasados 6 y 7 de septiembre una minoría, amparándose en una mínima sobrerrepresentación técnica en la cámara de debates, intentó no ya imponer sus proyectos (lo cual estaría feo, pero sería democrático), sino despojar a los adversarios de sus derechos constitucionales de representación y expresión pactados por todo el pueblo. Tal muestra de arbitrariedad, autoritarismo y ausencia de modos democráticos es lo más contrario al espíritu de la frase de Voltaire y atentó profundamente contra la confianza de unos en otros. Uno de los cabezas de partido lo definió como el mayor error político de toda la historia de la región. ¿Cómo superarlo? La manera de reflotar esa confianza queda obstaculizada por no dejar acabar a los otros sus respuestas y sus razonamientos; interrumpirles, quitarles la palabra, como hacen los presentadores de TV3 cuando sus entrevistados les contradicen. Recuperar a Voltaire y la honradez democrática ha de ser la primera labor de esta actual sociedad catalana.
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