Opinión

Dopemos

Se ha hablado mucho ya sobre lo que quiso decir el poeta Arthur Rimbaud con su frase «Yo es otro» en una carta a su colega Demeny. Su interpretación ha dado pie a toneladas de páginas de hermenéutica poética y, sin embargo, si analizamos su significado desde la óptica más pedestre del hombre de la calle (aquel punto de vista que nunca debería abandonar la poesía) la cosa se ve bastante clara. En el ser humano hay un instinto casi biológico, a lo largo de toda su vida, de mejorar, ascender, perfeccionarse. Queremos comer mejor, vivir mejor, tener más calidad de vida, más salud, estar en mejor forma, aprender y ser más listos y más sabios.

Pero mejorar, progresar, significa inevitablemente cambiar, ser otro; un otro mejor al que éramos hasta el momento. En ese proyecto de otredad se puede situar la voluntad de Pablo Iglesias e Irene Montero de mejorar su estatus doméstico y poseer un casa de medio millón de euros para criar en el futuro a sus cachorros. El que fue azote de capitalistas quiere mejorar su domesticidad y eso le lleva a ser otro. Un otro que ya no azota, en este caso, sino que convive y juega con el capital. El que denunciaba a los amigos de los bancos queda atrás, ya no está, mientras aparece un «yo» que quiere establecer relaciones de confianza con sus supuestos antiguos enemigos; hacer contratos que juegan claramente dentro del campo del mundo que pretendía abolir. Por supuesto, es demasiado infantil andar por el mundo con la idea de que los ricos son malos por definición y dividir el mundo en dos bandos maniqueos de ricos y pobres. Como si al partir el queso de la humanidad en dos mitades una parte fuera a ser emmental, en virtud de sus ingresos, y la otra queso de bola.

Para salirse de ese maniqueísmo cuando previamente ha impregnado todos nuestros actos y los discursos que nos han dado a conocer, no queda más remedio que narcotizarse un poco mentalmente. Al tomar el Palacio de Invierno, drogad a las criaturas. Para que renuncien al asalto, dadles calmantes. En Pablo Iglesias ha calado ya el humor del hombre sistemático. No sé si se hace una idea de en qué mundo de felicidad va a ser admitido. Podemos se convierte en Dopemos. Ya es otro.