Opinión
La nueva economía
Todo sistema económico no sometido a la bota de los políticos o de sus lobbies se orienta a satisfacer las necesidades de las personas. Las empresas no pueden atornillarse a modelos de negocio caducos e inservibles, sino que han de adaptarse a los mutantes gustos de los consumidores. Cuando las preferencias o las tecnologías se modifican, los vehículos empresariales para satisfacerlas también han de modificarse: en caso contrario, la producción quedaría desalineada del consumo (dedicaríamos esfuerzos productivos a fabricar aquello que nadie querría consumir). Pues bien, durante la última década hemos asistido a la emergencia de lo que algunos han denominado «la nueva economía», a saber, la prestación de bienes y servicios a través de la infraestructura proporcionada por internet. Y aunque algunos renombrados economistas, como el Nobel Paul Krugman, pronosticaran en 1998 que «el crecimiento de internet se ralentizará dramáticamente (...)
Alrededor de 2005, comprobaremos que el impacto de internet en la economía no será superior al del fax», lo cierto es que internet ya ha revolucionado radicalmente nuestra organización económica, y todo apunta a que lo continuará haciendo. Acaso podamos hacernos una idea aproximada del gigantesco impacto que está teniendo internet en nuestras vidas analizando qué sucede en la red a lo largo de un sólo minuto: se envían 36 millones de mensajes por WhatsApp (frente a los 20,8 millones de 2016), se visualizan 4,3 millones de vídeos en Youtube y 266.000 horas de programación de Netflix (frente a 2,78 millones de visualizaciones y 69.444 horas, respectivamente), se descargan 375.000 aplicaciones de Google Play y Apple Store (frente a 51.000), se comparten 481.000 tuits por Twitter (frente a 347.222), se remiten 187 millones de emails (frente a 150 millones), se efectúan 3,7 millones de búsquedas por Google (frente a 2,4 millones), 973.000 personas entran en sus cuentas de Facebook (frente a 701.389) y se gastan 862.823 dólares en compras online.
Los datos, elaborados por Cumulus Media, no sólo muestran el magno volumen de nuestra interacción con la red, sino también el vertiginoso crecimiento que está experimentando en apenas dos años. No por casualidad, las mayores compañías del mundo no guardan relación ni con las materias primas ni con las manufacturas industriales, sino con la provisión de hardware o software para recibir servicios de internet. Así, a cierre del primer trimestre de 2018, las ocho compañías cotizadas con mayor capitalización bursátil eran: Apple (851.000 millones de dólares), Alphabet/Google (717.000 millones de dólares), Microsoft (702.000 millones de dólares), Amazon (700.000 millones de dólares), Tencent (508.000 millones de dólares), Berkshire Hathaway (492.000 millones de dólares) y Facebook (464.000 millones de dólares). De todas ellas, sólo Berkshire Hathaway –el holding de inversión de Warren Buffet– no guardaba una relación inmediata con la nueva economía. El resto no sólo son compañías relativamente jóvenes, sino estrechamente vinculadas a la red. Dado que los patrones de consumo han cambiado, aquellas empresas que mejor están siendo capaces de satisfacerles son las que se están colocando en la cúspide de la generación de riqueza.
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