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Opinión

Moción

Nuestro sistema político es una monarquía parlamentaria, de modo que es el Parlamento quien elige al presidente del gobierno. Los votos de la mayoría de los ciudadanos no son los que designan a una persona (líder de determinado partido) que luego presidirá el gobierno, sino que delegan esa función en la Cámara Baja, el Congreso de los Diputados, donde se dirime quién ha de encabezar el gobierno, que suele ser el líder del partido más votado... O lo era, mientras subsistía en España un sistema bipartidista, turnista democrático. Las grandes mayorías del pasado permitían que PP o PSOE se alternasen en el ejercicio del poder. Al tener aseguradas sus respectivas mayorías en el Congreso, también conservaban la capacidad de nombrar gobierno. Hasta ahora. La situación ha cambiado, y previsiblemente lo ha hecho para mucho tiempo.

El voto se ha fraccionado de forma contundente y decisiva. Hay que olvidarse, pues, de las grandes mayorías que habían gobernado la política nacional hasta hace pocos años y comenzar a pensar en el futuro, donde veremos un parlamento también repartido y diverso –al igual que lo está el voto de los ciudadanos–, con un mayor número de partidos políticos y, en consecuencia, con menos poder para esos partidos y más necesidad de pactos entre ellos, de contratos políticos que sostengan unas mayorías lo bastante cómodas –aunque no absolutas– para sacar adelante leyes, la gobernabilidad del Estado. Los ciudadanos harán bien en prepararse para ser gobernados por un parlamento mucho más tornadizo y mudable de lo que ha sido hasta la fecha. No es descabellado sospechar que, a partir de ahora, los partidos se conviertan en instituciones provisionales, algo etéreas, que aparezcan y desaparezcan según las circunstancias. Puede que haya concluido el tiempo de los partidos fuertes que duraban décadas, incluso un siglo, y que estemos ante un horizonte de agrupaciones partidistas que se fusionen, unan, separen o dejen de existir según convenga.

La moción de censura está constitucionalmente prevista para cuando el presidente de gobierno pierde la confianza de la mayoría de la cámara; sirve para que, en una situación de crisis política, se pueda elegir a otro candidato que conforme gobierno. Ésta ha salido bien porque vivimos nuevos tiempos. Y puede que hayan venido para quedarse.