Opinión

Golpe táctico y estratégico

Pedro Sánchez ha construido su Gobierno en apenas tres días. Que lo haya hecho en un tiempo récord no es noticia, es una necesidad impuesta por la celeridad de una legislatura que ha empezado a velocidad de vértigo y no tiene visos de aminorar la marcha. Ni porque la realidad lo permita ni porque el presidente tenga intención de levantar el pie del acelerador. Quiere resultados más pronto que tarde porque el tiempo apremia. De momento, dosificando la filtración de su Gobierno ha dado un golpe táctico a sus oponentes que no tienen cuajo para criticar los ministros, pero lo sustancial es el golpe estratégico que ha dejado trastocados a sus adversarios.

Los independentistas no saben si van a tener palo –Borrell y Calvo– o la zanahoria –Batet–. Los del PP, como no pueden hincar el diente, en pleno proceso de lamerse las heridas, se conforman con agitar tempestades y augurar las siete plagas del malvado Sánchez como una forma de capear el temporal ante un Ejecutivo que ya lo hubiera querido para sí Mariano Rajoy.

Los de Ciudadanos siguen desaparecidos, noqueados tras la moción de censura a Rajoy que de rebote les ha dado un tortazo con la mano abierta. El entusiasmo empresarial y mediático de los últimos meses se ha enfriado, o hasta congelado. Tratan de reinventarse y reubicarse para evitar a marchas forzadas que la congelación no llegue al entusiasmo demoscópico. Y, por último, los de Podemos luchan por salir del agujero negro en el que han caído. Han pasado de ser condescendientes con Sánchez a casi implorar formar parte del Gobierno, aunque sea en la segunda línea, mientras miran por el retrovisor al chalé de Pablo Iglesias que les persigue sin piedad.

Sánchez ha ganado la partida de las primeras horas, pero esto sólo acaba de empezar.