Opinión
España necesita más libertad económica
¿Cuáles son las economías más libres del planeta? De acuerdo con el Índice de Libertad Económica 2018 (elaborado por la Fundación Heritage), Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza y Australia. Como verán, ninguno de estos países se caracteriza precisamente por ser pobre: la renta per cápita de Hong Kong alcanza los 64.500 dólares internacionales (unidad de medida que nos permite comparar el poder adquisitivo efectivo de cada país); la de Singapur, los 98.000 dólares internacionales; la de Nueva Zelanda, los 40.100 dólares internacionales; la de Suiza, los 63.400 dólares internacionales; y la de Australia, los 52.200 dólares internacionales. En comparación, la de España se ubica en los 38.200 dólares internacionales.
En contra de lo que en demasiadas ocasiones se opina desde la izquierda, la riqueza no procede del expolio, sino de la libertad económica. A la postre, sociedades como Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda o Australia fueron antiguas colonias británicas que, en todo caso y siguiendo la narrativa izquierdista, fueron objeto de expolio y explotación. ¿Por qué entonces son hoy ricas? Porque son libres (al igual, por cierto, que Suiza, la cual tampoco tuvo un imperio colonial del que «beneficiarse»). O, en términos acaso más técnicos y rimbombantes, porque esos países carecen de «instituciones extractivas» que rapiñen la riqueza que el sector privado es capaz de generar autónomamente.
Y si la clave del desarrollo está en la libertad, ¿en qué situación se encuentra España al respecto? ¿Somos una de las economías más libres del planeta o una de las más serviles? Pues ni una cosa ni otra: de acuerdo con el ya mentado ranking de libertad económica, nuestro país ocupa la posición 60 de la clasificación mundial, por detrás de países como Eslovaquia, Bulgaria, Colombia o Rumanía. Es decir, nuestra economía se ubica en la liga de los «moderadamente libres», si bien es cierto que, durante el último año, hemos escalado nueve puestos en el ranking debido a una ligera apertura de nuestra economía.
Pero todavía nos queda mucho por mejorar. Especialmente en tres frentes: interdicción de la extracción institucional, fiscalidad sana y carga regulatoria liviana. Lo primero se refiere a la necesidad de que el Estado se centre en proteger la propiedad privada y no en parasitarla entre bambalinas: esto es, a contar con un poder judicial eficiente y a expulsar la corrupción política (el «capitalismo de amiguetes»). Lo segundo a disfrutar de unas finanzas públicas saneadas (superávit presupuestario y deuda pública baja) y de unos impuestos poco confiscatorios (rebaja de la presión fiscal). Y lo tercero, a no hiperregular los distintos mercados que componen una economía (entre ellos, el mercado laboral), dejando de dificultar que las empresas salgan adelante.
En definitiva, el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage nos proporciona un itinerario a seguir para liberalizar nuestro país y, en consecuencia, para disparar su prosperidad en el medio-largo plazo. El cambio de Gobierno en España, de hecho, podría constituir una oportunidad para aplicar esta ambiciosa agenda reformista que nos colocara a la vanguardia del desarrollo mundial. Mucho me temo, sin embargo, que avanzaremos en la dirección opuesta a la necesaria, al menos en aspectos tan esenciales como la fiscalidad sana o la carga regulatoria. Ojalá en los próximos años no debamos lamentar fuertes retrocesos en nuestro índice de libertad económica y, por tanto, en nuestro ritmo de crecimiento.
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