Opinión

Dantesco

El Wall Street Journal y The Economist han hablado muy bien de España a raíz del cambio de gobierno. Han venido a decir que aquí la inestabilidad, propia de una situación como esta, ha terminado resolviéndose en un gobierno modernísimo con mayoría de mujeres y vocación de europeísmo. Distinguen que no somos como Italia. Me gustaría ser igual de optimista, pero yo no diría tanto. Y es que, para este tipo de cosas, los menos nacionalistas del mundo solemos ser cierta parte de los literatos. Para los escritores que son lectores, la mejor literatura española son Shakespeare, Kafka, Flaubert, Tolstoi y Proust traducidos al español, más Cervantes, Machado, Borges, Bolaño y todo lo que tenga talento. Por eso nos quedamos fríos cuando alguien dice aquella famosa frase de que la literatura italiana cambiaría bien gustosa todo un Dante, un Petrarca y dos divinas comedias por tener en su haber un solo Quijote. No pensamos que estas cosas sean como la Olimpiadas o el festival de Eurovisión. No es una competición puntuable, es arte. Una vez añadido el trabajo de la traducción, intelectualmente todavía más artístico, Julieta y Beatriz son tan nuestras como Dulcinea.

No creo que seamos tan diferentes de Italia. Procedo de la ribera del mediterráneo, donde he visto las mismas conductas mafiosas de hipocresía, cobardía y siniestra autosatisfacción que nos han mostrado siempre los relatos sobre la sociedad italiana. Se nota demasiado, por ejemplo, que Puigdemont quería armar un partido supremacista al estilo de Bossi para reinar en él. Sabemos en qué momento hemos puesto el dedo en la llaga cuando nos damos cuenta de cómo le escuece a Torra que le reconozcan como facha. Esta italianización no es el fin del mundo, solo indica que vamos a pasar unos tiempos de pactos no siempre confesables y bajas calidades democráticas; algo que no hay que renunciar a revertir todos juntos en cuanto tengamos ocasión para ello. Por supuesto, la italianización es Dantesca y siempre acaba en Villa Certosa. Pero Dante es bifronte y tiene dos filos. La Divina Comedia no es el Apocalipsis final. A este último dejémoslo, por favor, en el Nuevo Testamento, que es su lugar natural donde siempre lo encontraremos.