Opinión

Tanto 155 para nada

Rajoy se atrevió a dar un paso que jamás hubieran consumado Aznar o Zapatero: la aplicación del 155 por primera vez en democracia. En circunstancias similares, sólo veo al Felipe de las supermayorías absolutas apretando el «on» de uno de los escasos botones de emergencia que ofrece la Carta Magna. Pero, tal y como advertí a las pocas semanas del mayday presidencial, «con la puntita no bastaba». En cualquier orden de la vida, cuando tomas una determinación sobre un asunto esencial hay que ir hasta el final al más puro estilo churchilliano. Cospedal, una de las personas que mejor encarna los principios fundacionales del PP, lo advirtió por activa y por pasiva, en singular y en plural, leal y discretamente y más sola que la una. «El 155 no puede ser una operación cosmética, para cambiar las cosas en Cataluña hace falta como mínimo un año», previno tan tenaz como infructuosamente.

Los nacionalfascistas catalanes, que representan al 42% de la población, se han valido de la Ley Electoral para aplicar durante 38 años un rodillo totalitario que impide a los padres elegir la lengua en la que se forman mayormente sus hijos, que educa a los niños en el supremacismo y en el racismo, que prostituye la historia, que roba como si no hubiera un mañana, que ha hecho de un cuerpo muy profesional una policía política y que relega a la condición de parias a los no nacionalistas. La dictadura silenciosa como la bautizó hace ya un cuarto de siglo un Jiménez Losantos al que presentaban como un loco cuando en realidad era un visionario. Mariano podría haber hecho de su capa un sayo tirando adelante él solito. No necesitaba al PSOE ni a Ciudadanos. Y seguramente eso le hubiera disparado en las encuestas. Pero optó por hacer piña con el buenismo, amén de dejarse llevar por ese miedito acomplejado made in Génova 13, y apartó de él ese cáliz cumplidos los 54 días que transcurrieron entre el 28-O y las elecciones del 21-D. Para semejante viaje no hacían falta semejantes alforjas. «No es eso, no es eso», que diría Ortega. Ocho meses después, estamos peor que antes. Los golpistas han recuperado el control y empiezan a consumar su fascistoide vendetta. Que será terrible. Las playas son un presagio light de lo que está por venir.