Opinión
Insoportable hipocresía
No dudan en hablar de valores humanitarios, del deber de socorro y del derecho de acogida mientras se toman un sándwich de salmón en cualquier café de Estocolmo o Bruselas. Al fin y al cabo ellos son esa Europa civilizada del norte que comparte con paciencia franciscana espacio común con estos otros socios hoscos y garañones del sur, siempre de fiesta, amigos del sesteo y poco sensibles a la hora de tratar a los desgraciados inmigrantes. La crisis del «Aquarius», el navío en el que las ONG Sos Mediterranee y MSF embarcaron tras su rescate a más de 600 inmigrantes con destino a las puertas de Europa ha vuelto a poner de manifiesto lo más abyecto de esa hipocresía no exenta de demagogia de la que suele hacer gala la Unión Europea cuando se trata de contemplar el fenómeno de la inmigración ilegal. Congratularse de entrada como ha hecho el comisariado europeo de inmigración ante el adanista gesto del Gobierno español de abrir el puerto de Valencia al «Aquarius» por razones humanitarias, tras el portazo de la insolidaria pero también hastiada y escamada Italia del populista Salvini, viene a mostrar el verdadero y auténtico fracaso de una Europa solo unida para lo que interesa, amiga de dos velocidades cuando se trata de compartir según qué problemas e incapaz de dar la cara ante un desafío que es común por mucho que en el colmo del cinismo, se quiera ubicar en «la jurisdicción de aguas territoriales».
El gesto del Gobierno al que se han sumado algunas administraciones locales y autonómicas bien conocidas en el manejo oportunista de los tiempos irradia una ejemplar humanidad, pero más allá de poner parche al problema, alivia las conciencias de quienes lo contemplan desde la hipócrita lejanía de Bruselas y lo que es peor abre la vía tras el portazo de Malta e Italia, hacia el mar de Alborán y las aguas del estrecho. Mismo problema aunque en aguas distintas y los del sándwich de salmón, a lo suyo. Es cierto que los populismos trufados de xenofobia representan la primera amenaza para la UE, pero también lo es que la desidia de la propia UE dejando a estados miembros al albur de contener una avalancha frente a la que no tienen capacidad de absorción ilimitada es la que a la larga acaba consolidando esa amenaza a través del creciente rechazo a quienes llegan del exterior empapados en desolación y penurias. Que la extrema derecha euroescéptica haya alcanzado el poder en Italia con un discurso troncal basado en el rechazo al inmigrante, ni mucho menos viene a suponer que el electorado del país transalpino sea ultraderechista, pero sí pone probablemente de manifiesto la incapacidad de la Europa anestesiada que mira hacia otro lado, para poner freno con argumentos, compromiso y colaboración leal entre estados socios al crecimiento de la mala hierba populista. Aquí en España el gesto humanitario del gobierno de Sánchez hacia el «Aquarius» añade una interesante derivada, la de otra bandera inteligentemente arrebatada por el PSOE a Podemos. Ya lo hizo con el discurso feminista al conformar el Gobierno y ahora haciendo suya la pancarta «bienvenidos refugiados». Pedro le ha «birlado» a Pablo otra cartera con la merienda.
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