Opinión

Efecto demagogia, efecto llamada

La demagogia es como un chicle que se puede estirar eternamente hasta el infinito. Esta práctica política es peligrosísima porque antepone la sangre al seso. E históricamente ya sabemos cómo han terminado todos los procesos en los que se instaba a la ciudadanía a operar pasionalmente: como el rosario de la aurora.

Si yo fuera un viajero del Aquarius estaría rezando todo lo rezable para que alguien me rescatara de una muerte segura. No puedo, por tanto, exigir para los demás lo contrario de lo que me gustaría que hicieran conmigo. Simple humanidad. Punto.

El quid de la cuestión no es el irrefutable qué sino el discutible cómo. Tan cierto es que a Sánchez las 629 almas del barco le importan veinte veces menos que los teóricos réditos demoscópicos de la medidas, como que hacer las cosas a tontas y a locas suele terminar entre muy mal y peor. Y ojito porque el 63% de los votantes del PSOE dice «no» al «papeles para todos». Si avalanchas migratorias de la magnitud de las que soportamos en los últimos años no las pueden solucionar en solitario ni los mismísimos EE UU, nosotros, con siete veces menos población y una quinceava parte de PIB, menos aún.

Estas decisiones hay que dejarlas en manos de la UE más por egoísmo que por solidaridad. El presidente no ha calibrado otro nada insignificante detalle que los que saben de la cosa, Policía y Guardia Civil, han puesto encima de la mesa infructuosamente: el efecto llamada. Antes lo dicen, antes tienen razón: en las últimas 48 horas más de 1.000 inmigrantes han desembarcado en Andalucía colapsando los servicios sociales. Ahora las personas que vienen a Europa en busca de un futuro mejor se han olvidado de la Italia gobernada por el fascista Salvini y han movido la brújula en dirección a España.

El drama es que, al contrario que la demagogia, nuestro Estado de Bienestar no es un chicle que puedas alargar y agrandar hasta el Día del Juicio Final. Borrell, que sabe más por viejo que por diablo, ha puesto el dedo en la llaga: «No puede ser la regla sino la excepción». Estas cosas hay que hacerlas con planificación y no al tuntún. Para empezar, porque para ser residente en España hace falta visado y puesto de trabajo. El método, querido Pedro. Que no sé si sabes muy bien lo que es.