Opinión

Territorio neutral

¿Tendremos alguna vez en este país la televisión pública que la población votante sin duda se merece? Sería de justicia, porque en el último medio siglo esa población lo ha hecho regularmente bien. Desde el formidable consenso del 78 –que la ignorancia de algún recién llegado quiere llamar «régimen» para quitarle hazaña democrática y rebajarlo interesadamente al nivel de sátrapas como Castro, Hitler o Chávez– lo cierto es que los votantes han mostrado una sensatez y una mesura loables. Veamos: los herederos del franquismo transigieron con hacerse el hara-kiri político y dejar paso al sufragio universal; desde entonces, a veces gobernó la izquierda y otras la derecha y los traspasos de poder se hicieron con normalidad democrática.

Cierto equilibrio centrado ha sido la voluntad de todas esas generaciones y, dentro de ese espectro, encontramos siempre por lo bajo unos ochocientos mil votos que todos quieren pillar. Tanta morigeración merece una televisión pública cuya dirección esté escogida entre notables de la profesión por consenso de todas las fuerzas políticas. Que no sea fácil no significa que no deba hacerse, del mismo modo que no por ser un trabajo sucio habrá que desempeñarlo hecho un guarro. A cambio de nuestros impuestos, merecemos algo mejor que emisoras públicas dirigidas por decreto. Ya sabemos que una televisión es una herramienta de publicidad y marketing poderosísima pero ese planteamiento, aplicado a lo público, solo produce maquinarias de propaganda infumables, aptas únicamente para adictos, sectarios y prosélitos, cómo hemos visto en TV3. Lo imprescindible y europeo ha de ser presentadores sin adscripción ideológica que no interrumpan a los que dicen algo que no les gusta, que seleccionen las noticias por su importancia con neutralidad. Premisas que podría suscribir perfectamente cualquier izquierda ilustrada europea.

Es comprensible que conseguirlo ahora mismo sea complicado para Sánchez, emparedado entre la izquierda populista y el nacionalismo populista, pero debe hacerse. Lo decía Sir Maurice Powicke: «en todas las épocas ha habido gente civilizada. Y, en todas esas épocas, esas gentes han estado rodeadas de barbarie». Así que no hay excusa.