Opinión

Las gafas sin graduar de Sánchez

La vida se ve a través de un cristal, dicen los sabios. El de Sánchez está tintado, ese marrón infalible en las gafas de los años setenta por los que lo mismo te conviertes en un intelectual que en un chulo de Studio 54. El PP le pregunta en el Congreso si esas gafas están graduadas. De existir un parlamento como los de antes, en los que hablar bien iba en el sueldo, podría escribirse un discurso como si lo dictara Gómez de la Serna o Ruano. La pregunta en sí misma es una greguería, la respuesta me temo que será más prosaica. O no. Veremos con nuestro cristal cómo puntuarla. No hay nada más importante en España que conocer si las lentes del presidente responden a la vista cansada de leer dosieres y la exhumación de Franco. Son los temas recurrente en los ascensores y en las piscinas privadas donde las chicas, escuela de calor, desnudan sus cuerpos al sol. Cuánta gente se compró unas como las de John Lennon aunque tuviera vista de lince, sólo para epatar. Cosas de «influencer» de toda la vida.

Me pregunto, ya sin una ironía forzada y cansina, si las famosas gafas de Sánchez le dan una visión ajustada de la realidad o la deforma, como a veces parece. Miro a los políticos presos acercarse a Cataluña y me froto los ojos de una manera exagerada, conjuntivitis de dibujo animado. Y no porque no tengan derecho a estar en esas cárceles, como otros presuntos delincuentes disfrutan de los beneficios penitenciarios que la ley permite, sino porque se haga como un «gesto» antes de la reunión con Torra. Habría que estar ciego y no tener un perro guía, aunque se llame Turca, para no adivinar la estrategia, que tiene toda la pinta de salir mal, tanto que muchos catalanes del bando tabernés ojean en el horizonte una navaja en el ojo como la de Buñuel de «El perro andaluz». Era el de una vaca. Una simulación.

Lo de Torra parece que va en serio, y con ganas de embestir aunque no le gusten los toros. El acercamiento de unos señores sobre los que pesa la acusación de haber perpretado un intento de golpe de estado, y que se les blanquee por razones humanitarias, sólo esconde la lupa de la letra pequeña del que será nuestro futuro inmediato. Tragar con otra afrenta. Podemos verlo con un color o de otro. Depende de las gafas del día. Pero es lo que hay. Torra es el mismo que nos siente como bestias. El que ante el presidente de todos los españoles afea al Rey de todos los españoles. Y sí que lleva gafas de ver. Miopía, atigmatismo, desconozco el por qué. Lo de la mirada de Sánchez lo sabremos pronto. Si las gafas eran para ver de cerca o de lejos.