Opinión

Botánica regional

El otro día, a raíz de haber hablado bien de Felipe VI en mi columna, me llamaron «botifler» en Cataluña. Como son términos que usa nuestra burguesía regional y yo soy de barrio, pregunté qué quería decir eso. Me explicaron que así se llamaba en el siglo diecisiete a los partidarios de la monarquía de los Borbones, en cuyo pendón figuraba la flor de lis, también llamada «beauté fleur», de ahí la denominación. No sé si será verdad ese origen, porque me lo explicó un nacionalista y ya sabemos el gran problema que tiene ese colectivo con la veracidad de la Historia y las leyendas. Pero, en cualquier caso, me pareció una fábula tronada, apolillada, inaplicable en la sociedad actual y de nulo interés.

Entiéndame, yo soy un punk del 77 envejecido, un hijo de «The Jam» y de su «Modern World», me construí con el rock’n’roll internacional de «The Clash», «Stones» y sus guitarras eléctricas. ¿De verdad pretenden que me tome en serio, para definirme, unas banderas de cuando no había plantas recicladoras de residuos sino esclavos recogedores de boñigas? Que me vengan a esta alturas con esos modelos siniestros, tronados y medievales, de luchas de monarquías, me ha dejado estupefacto. Si precisamente la objeción que le pongo a todo esto del nacionalismo y del independentismo es que supone volver a la Edad Media con sus caciquismos y feudalismos: ese mundo tronado de abuelicos por el que Torra suspira en sus escritos donde no habían servicios públicos ni papeleras en las calles. ¿En serio queda alguien que piense que esos apolillados criterios sirven para desenvolverse en el siglo XXI?

Por favor, vayamos decididamente a un mundo moderno y dejémonos de antiguallas. Todas las flores me parecen un milagro de la naturaleza y creo que los humanos deberíamos leer más y aumentar nuestros conocimientos botánicos hasta saber nombrar las plantas que nos rodean. Ese simple pero complejo conocimiento será siempre el primer y mejor ejercicio de realismo que los humanos podremos hacer sobre nuestro presente. Pero, para orientar nuestra conducta y nuestros buenos o malos modos, dejemos los pendones florales en los museos, por favor, que es donde siempre deberían estar.