Opinión

¿Impuestos neutrales para la Seguridad Social?

El secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado, ha recalcado la voluntad del Gobierno de Pedro Sánchez de financiar el déficit de las pensiones públicas a través de la creación de nuevas figuras tributarias que distorsionen tan poco como sea posible la actividad económica. ¿De qué tipo de impuestos está hablando Granado? De entrada es necesario constatar que no existen impuestos absolutamente neutrales, esto es, impuestos que no afecten de ninguna manera a la actividad económica: los impuestos sobre las rentas del trabajo reducen el número de horas que los ciudadanos están dispuestos a trabajar; los impuestos sobre el consumo constriñen el gasto en bienes de consumo; los impuestos sobre los beneficios empresariales desincentivan la reinversión corporativa; los impuestos sobre la tierra frenan el descubrimiento de nuevos recursos naturales y el desarrollo urbano; los impuestos sobre Sucesiones empujan a lapidar la herencia; los impuestos sobre la electricidad restringen la demanda eléctrica, etc.

Por consiguiente, no cabe buscar figuras fiscales sin influencia sobre la economía: todas la tienen. Ahora bien, ¿qué impuestos provocan un menor daño? Bien calibrados, los impuestos medioambientales podrían no ser especialmente nocivos: a la postre, son tributos que afectan a la actividad económica pero lo hacen en el sentido que deseamos. Por ejemplo, los impuestos sobre los carburantes minan la demanda de gasolina y gasoil, pero ése es justamente el objetivo que puede estar ambicionando el Gobierno socialista, a saber, reducir la demanda de carburante para, a su vez, mantener a raya la contaminación. A este tipo de tributos se les suele denominar «impuestos pigouvianos» (en honor al economista Arthur Cecil Pigou): sin gravámenes dirigidos a penalizar la generación de externalidades negativas (esto es, de efectos adversos sobre terceras personas) bajo la simple lógica de que a más impuestos pigouvianos, menores externalidades negativas. Por consiguiente, si las palabras de Octavio Granado fueran a materializarse en política económica, probablemente terminaríamos viendo un incremento de la fiscalidad medioambiental con el propósito de complementar el gasto en pensiones: algo así como el mal llamado «céntimo sanitario» pero para tapar el déficit de la Seguridad Social.

Con todo, es dudoso que el PSOE se limite a agravar los impuestos verdes. Primero, porque su capacidad recaudatoria no es tan amplia como la que necesitan unas pensiones públicas que Pedro Sánchez se niega a recortar antes de las próximas elecciones; segundo, porque el propio PSOE ya ha anunciado sus intenciones de crear o incrementar muchos otros tributos que nada tienen que ver con los medioambientales: destope de cotizaciones sociales, impuesto sobre las grandes empresas, tasa Google o aumento de las cotizaciones sobre los trabajadores autónomos. Todo este ramillete de rejonazos fiscales sí tiene una incidencia muy directa –y devastadora– sobre la actividad económica: menor número de empleados cualificados, menor atracción global de capital, menor innovación digital y menor generación de ingresos por parte de los autónomos. Mucho me temo, pues, que las palabras del secretario de Estado de Seguridad Social apenas constituyan una mera excusa para hacer aquello que al socialismo siempre le ha gustado hacer: saquear al ciudadano.