Opinión
España no es un paraíso fiscal para grandes empresas
En su incesante ofensiva propagandística para justificar nuevas subidas de impuestos, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha repetido uno de esas tan manidas –como falaces– proclamas que en algún momento de su carrera han empleado todos sus predecesores, a saber, que las grandes empresas apenas sufren carga tributaria alguna en nuestro país. Contundente revelación que, a buen seguro, sorprenderá a más de un empresario o accionista que, año tras año, sigue viendo cómo la Agencia Tributaria le arrebata un elevado porcentaje de sus beneficios –normalmente, entre el 20% y el 25%–. A la postre, si como parece sugerir la ministra de Hacienda, nuestro país se ha convertido en un paraíso fiscal para las grandes corporaciones, resulta del todo punto inexplicable por qué no estamos viendo enormes influjos de capital extranjero entrando en la economía española: por qué las principales multinacionales de la Unión Europea, de EE UU, de China, de Japón o de Canadá no trasladan de inmediato su sede fiscal a nuestra jurisdicción para así aprovecharse de tipos impositivos ultrarreducidos. Extrañamente, las sociedades transnacionales prefieren colocar su pica tributaria en Irlanda antes que en España. ¿Por qué será? Acaso porque la historia que viene narrándose desde hace años acerca de la baja fiscalidad corporativa en nuestro país carezca de todo fundamento, aunque, como toda buena mentira, sí cuenta con un asidero en la realidad. Y es que, si tomamos los impuestos que abonan en España las empresas organizadas en forma de grupos consolidados y los dividimos por los beneficios mundiales cosechados por aquellos miembros del holding con resultados contables positivos, entonces, en efecto, el tipo efectivo abonado por esos grupos consolidados en España es bastante reducido (7,3% en 2016; 7,1% en 2015; 6,3% en 2014; o 5,3% en 2013). Pero nótese que semejante cálculo contiene dos importantes trampas. Primera, no es correcto relacionar los impuestos pagados en España con los beneficios obtenidos en el conjunto del planeta. Hemos de comparar o los impuestos pagados en España con los beneficios conseguidos en España o los impuestos pagados en el conjunto del planeta con los beneficios logrados en todas las jurisdicciones internacionales. Segunda, los beneficios que computan a efectos fiscales son los consolidados entre todas aquellas empresas que, dentro de un mismo grupo, ganan y pierden dinero. Por consiguiente, no procede relacionar los impuestos abonados sobre beneficios consolidados con los beneficios positivos sin consolidar. Así las cosas, si deshacemos ambos engaños, comprobaremos que, en 2016, las empresas del Ibex-35 –una muestra bastante representativa de las grandes compañías nacionales– soportaron de media un tipo efectivo del 20,7% en todas aquellas jurisdicciones en las que operaban. ¿En qué sentido cabe afirmar que estas corporaciones no pagan impuestos si entregan una quinta parte de sus ganancias al Fisco? En ninguno, pero aun así, la mentira sirve para que nuestros políticos continúen envenenando a la población en contra del sector empresarial y, por supuesto, para que sigan incrementando la fiscalidad que recae sobre todos y, también, sobre las empresas: pequeñas, medianas o grandes.
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