Opinión

Humillados y ofendidos

Hoy Pedro Sánchez recibirá a Quim Torra en la Moncloa para, según nos aseguran ambos, dialogar. Vaya por delante que yo soy de los que piensan que el diálogo siempre es útil en cualquier caso. Pero este diálogo que principia Sánchez es como llevar a un hombre a un cementerio para levantarle el ánimo. Torra llegará con el aire habitual de encontrar humillante su trabajo, en particular ese papel de supremacista que se ve obligado a desempeñar. Puesto que no puede devolvernos a la Edad Media como a él le gustaría, va a intentar conformarse con devolvernos a hace dos años. Ambas partes repetirán sus posiciones y, como son irreconciliables, cabe pensar que lo que sucederá consistirá básicamente en dos monólogos y un intercambio de ofrendas florales. La ofrenda de Sánchez serán inversiones y estudiar la posibilidad de reformas constitucionales con un horizonte lejano, muy lejano, porque él no puede hacerlas tal como están las cosas sin poner en peligro sus votos. La ofrenda de Torra será más insustancial, pues su tribu le prohíbe ofrecer nada a quien no hable catalán, y se reducirá a invitarle a que visite Barcelona en septiembre.

Si Pedro acepta, hay dos o tres cautelas que pueden serle útiles. La primera es, cuando llegue a Barcelona tras la canícula, fijarse bien y no confundir a Torra con la monja argentina de Convergencia. Y es que, dadas su expresión y fisonomía, no se distinguen. En caso de duda, dirigirse siempre al que no lleva uniforme de los dos: las posibilidades de acierto son mayores. Tampoco debe inquietarse si en algún momento se siente como si hubiera sido incrustado de golpe en un folletín de Dostoievski. La escenificación de deshielos en la región se ha convertido últimamente en cosa de aspavientos hiperbólicos, retorcimientos, agitaciones y remordimientos. En ningún caso se tratará de una sugestión de lecturas de verano, es solo que nuestro cómico presidente regional es así, proclive a ofenderse e inflar la pechera.

Ánimo, Pedro. Y no te asustes si los separatistas te llaman mala persona por lo que les ofrezcas. Lo que asusta es pensar, ateniéndonos a los textos de Torra, los criterios por los que consideran ellos que una persona es mala.