Opinión

Adversarios de la democracia

Mirando a mi alrededor veo, en la sociedad actual, mucha gente a la que no le gusta la democracia pero no se dan cuenta de ello. Me pregunto entonces si el proyecto democrático no será para la mente humana como algunos procesos matemáticos: una cosa contraintuitiva.

En quienes se irritan por la democracia detecto una difusa satisfacción cuando ven a la gente común alejarse de ella. Si no pueden apartar del comportamiento democrático al ciudadano medio y al hombre de la calle, les consuela al menos que tenga muchos partidos fanáticamente enfrentados. El sectarismo, la intolerancia, el dogmatismo, el fanatismo, les hace disfrutar al menos de que la lucha partidista sea a veces muy poco civilizada y democrática. Todo suena bastante perverso pero me temo que no lo es. La explicación puede que resida en el egoísmo instintivo del ser humano, aquel que obedece a nuestra parte más animal. Al fin y al cabo, tal como explicaba Aristóteles en su «Política», la democracia es garantizar la realización práctica de un proyecto de vida social que atienda a la dignidad de todos. Se consigue otorgándonos a nosotros mismos una ley (política) en la que renunciamos a cierto grado de nuestra libertad individual. O sea que, por respeto al pacto de todos, no podemos hacer cada uno totalmente lo que nos dé la gana. Nuestro instinto caprichoso más réptico se siente cómodo en los marcos imprevisibles e indiscriminados, no en el esforzado marco de la democracia; que es más práctica pero es un fastidio. Por eso el populismo tiene tanto tirón de entrada.

Lo notan ahora en Inglaterra, donde no saben cómo salirse del arrebato caprichoso en que se metieron con el Brexit. El gran peligro futuro para los valores democráticos me temo que va a ser –en nuestra especie y en un mundo acelerado– la manera en que los viviremos como revocables a ratos. Esa afición a los marcos inestables puede preocupar, pero la veo controlable y humana. Me asustan más quienes niegan que exista, porque eso es inhumano. Cuando alguien les diga «otra sociedad es posible» huyan de él como alma que lleva el diablo. Si fuera un demócrata de verdad lo que diría es: «Otras sociedades son posibles».