Opinión
La gilipolítica
El camino más directo a la ruina en política no es la corrupción o la mala gestión, que también, sino sobre todo y por encima de todo el ridículo. Que te tomen por el pito del sereno, que se rían de ti a todas horas y que te inflen a memes presentándote como un tonto a las tres es la antesala más rápida a la tragedia. Más, ya digo, que el trinque o la chapuza, que normalmente tardan en metabolizar en el imaginario colectivo. Teniendo en cuenta la cantidad de chorradas con las que nos amenaza a diario, no le auguro yo larga vida al Gobierno sanchista. La última es el no va más: la reforma de género de la Constitución.
Una gilipollez calcada de la Carta Magna bolivariana y que, sobra decirlo, se acomete para contentar a la tropa podemita. Si sale adelante esta charlotada, que nos costará otro pastizal, la norma que nos regalamos los españoles en 1978 se convertirá en un trabalenguas: «Españoles, españolas», «presidente, presidenta», «juez, jueza», «fiscal, fiscala», «ciudadanos, ciudadanas», «trabajadores, trabajadoras», «el hombre y la mujer»... Vamos, que cuando se metan estas morcillas no leerá la muy poco leída Constitución ni su padre. Ya puestos, les ruego que a la hora de hablar de lo que secularmente se llamó España distingan entre «España» (femenino) y «Españo» (masculino). Si somos gilipollas, seámoslo del todo. El tan genial como sensato Pérez-Reverte ha advertido que mandará a freír gárgaras a la Real Academia si consiente esta idiotez.
Por esta regla de tres, puesta de moda por la analfabeta de Irena Montera, habrá que sacralizar el término «portavoza» pero también recoger «astronauto [Pedro Duque, por ejemplo]», «taxisto», «periodisto» o «automovilisto». Éstas y otras decenas de payasadas gubernamentales, y que me perdone el ilustre gremio de Charlie Rivel, nos pueden hacer reír incluso. Lo que no tiene tanta gracia, se trata de algo muy serio, es la intención de incluir el consentimiento expreso en las relaciones sexuales. Que si la mujer no dice expresamente «sí» se pueda considerar que el hombre ha incurrido en un delito, de violación incluso. Un auténtico disparate por cuanto será la palabra de una persona contra la de otra. Cosas de un Gobierno frívolo que perdió las elecciones y está a merced de bolivarianos y golpistas. Con ocurrencias, precisamente, uno no se gana la legitimidad que le negaron las urnas.
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