Opinión

Es que van provocando

No sé si oyeron la semana pasada a Inés Arrimadas contando cómo fue a la localidad costera de Canet para un acto político y se encontró a Blanca Arbell, la alcaldesa de ERC, que había salido con los suyos a la calle para gritar que allí no era bienvenida y que no hacía falta que visitara la localidad para nada. Los votantes catalanes, hasta los menos demócratas, han quedado perplejos. ¿O sea que la potestad de los alcaldes va a ser ahora dar permiso o no a cada persona para que entre en los pueblos? Inmediatamente pensé que este tipo de alcaldesa, cuyo alumbrado craneal podría evidentemente mejorarse, seguramente no sería representativa de la media democrática de los ediles de ERC. Pero, agárrense, que vino para arreglarlo la portavoz de Esquerra, Marta Vilalta, y no se le ocurrió nada mejor que decir que lo que pasaba es que los del partido oponente eran unos provocadores. Todo al hilo de las justificaciones de la alcaldesa diciendo que Arrimadas «había venido a provocar».

Tengo la sensación de que puedo oír desde aquí, a kilómetros de distancia, los chisporroteos, los clics y clacs y el ruido de tornillería de estas dos maquinarias cerebrales del siglo doce en su privilegiado funcionamiento. Pero, por el amor del cielo, ¿es que acaso han olvidado ya que el argumento de «es que van provocando» era el que usaban los abusadores machistas en los sesenta cuando las chicas se ponían minifalda?

Yo he ido mucho a Canet. Lo frecuentaba cuando había un festival de rock, hace muchos años, abierto a artistas internacionales. Allí vi a los neoyorquinos Blondie, a los británicos Ultravox y a los madrileños Tequila. Eran otros tiempos de libertad, volcados al internacionalismo. Pienso seguir volviendo a Canet y me gusta tanto el sitio que incluso, si es necesario para hacerlo, iré a pedirles permiso a Blanca Arbell y Marta Vilalta, por humillante que sea. Imagino donde podré encontrarlas. Acodadas en la barra de un bar, mirando a la calle con un palillo entre los dientes, mientras sorben una cazalla (o ratafía) y fuman un farias, contemplando con deseo y belfo senequista a los constitucionales y emitiendo el habitual y casposo: «Es que van provocando».