Opinión
El algoritmo
Los estremecedores incendios, las maquiavélicas luchas por el poder político, los individuales dramas cotidianos y las locuras de los violentos tienen atrapada nuestra atención del día a día. A veces, da la sensación de que, con tanto sobresalto, nos estamos perdiendo las corrientes profundas que marcarán nuestro futuro. Para sentirlo, basta pararse y conversar un poco con el vecino. Un agente inmobiliario de la costa me decía ayer que, en su sector, debido a la creciente demanda, edificaciones ya apalabradas subían de golpe un diez o quince por ciento, con un perverso y despreocupado juego de «lo tomas o lo dejas». Ir tan sobrado por parte de las constructoras solo se explica por conocer que, si ese cliente renuncia, aparecerá otro. Una nueva burbuja inmobiliaria, por tanto, me temo que asoma por el horizonte.
Hoy se habla mucho de los algoritmos que tanto, en opinión de unos, nos convertirán en los lobotomizados que anunciaba Orwell como para otros ordenarán el mundo como paraíso de eficiencia. ¿No hay alguna mente matemática, prudente y sensata, que traiga un algoritmo capaz de decirnos simplemente cuando llegará el próximo «bluff» económico? Ni los incendios, ni los pragmáticos oportunismos políticos, ni los dramas individuales y secretos que de golpe afloran, ni los estallidos de los psicópatas, podrán preverse jamás con ningún algoritmo. Frente a esas cosas tan arbitrarias y complejas, un algoritmo que pudiera analizar los vectores de las oscilaciones especulativas suena
–probablemente solo para los que somos legos en el asunto– como algo de más fácil obtención. Otra tema sería que quien lo consiguiera estuviera luego interesado o no en hacerlo público.
Este tipo de pensamientos ingenuos siempre me terminan trayendo a la mente las palabras de Kurt Vonnegut: «Un ordenador enseña al niño lo que el ordenador puede dar de sí, pero una persona culta y sensata enseña al niño lo que el niño puede dar de sí».
Si en algún sitio existe un algoritmo que diga lo que los mercados pueden dar de sí, me temo que eso solo demostraría que no estamos probablemente en manos de personas cultas y sensatas, sino en las de simples majaretas dominados por el delirio codicioso.
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