Opinión
Contra el muro
Se está estudiando sustituir las cuchillas por otra cosa para defender nuestras fronteras. Dará igual. Ante cualquier cosa que se invente, aparecerá algo para poder sortearla. La demografía indica que hay tanta gente extramuros que no existe manera humana de contenerlos. Su exceso de número es una bicoca, un alimento y un combustible inagotable para las mafias, siempre atentas a sangrar las necesidades de la gente común.
Nadie puede reprocharle honestamente a un Estado que defienda sus fronteras. Entre otras cosas porque para eso precisamente, además de para muchas más tareas, lo inventamos. Entre las labores del Estado está defendernos de las mafias, otorgarle a él el monopolio de la violencia para combatir todo lo que se aparte de la libertad de pensamiento y de la ausencia de coerciones, torturas y ejecuciones. También todo lo que se aparte de la identidad democrática, la única identidad civilmente exigible. Por eso, nuestros valores nos prohiben no permitir que la gente circule libremente. Pero los valores de mucha de esa gente que quiere circular exigen precisamente prohibir nuestras premisas. En esa paradoja nos movemos.
¿Quién tiene a quién contra el muro? Esa es la pregunta que, como sucede en muchos de los problemas morales, solo puede responderse caso por caso. Los del lado de acá de la valla estamos aplastados contra el muro del dilema por los valores irracionales que amenazan la somera racionalización religiosa conseguida con tanto esfuerzo. Las víctimas de la explosión demográfica están aplastadas contra el muro por las mafias que los sangran, a cambio de promesas de un futuro mejor. Los países desbordados por su natalidad están aplastados contra el muro de su insolvencia para diseñar cualquier proyecto de planificación familiar. Los esforzados bienintencionados que quieren irse allí a ayudar están aplastados contra el muro de la corrupción en origen, que dificulta canalizar con seguridad los recursos hacia una planificación practicable. Habrá que ponerse a trabajar caso por caso. No olvidemos nunca que cualquier maquinación fruto de una mente humana siempre puede ser desmontada por otra mente, con el tiempo, esfuerzo y recursos necesarios.
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