Opinión

Provincia

El calificativo «provinciano» siempre tuvo un deje despectivo. Está formado por el sustantivo «provincia» y el sufijo «ano», de modo que no podía ser algo del todo fino. Se tachaba de provinciano todo lo que adolecía de modales, de falta de urbanidad, de ausencia de gran mundo. Al rústico y al paleto que conseguían llevar la guayabera limpia, se les llamaba compasivamente «provincianos» por no usar palabras más gruesas. Porque el finústico de ciudad hacía valer su superioridad incluso en el insulto. La ciudad en España siempre ha sentido un menosprecio indisimulado por el campo.

A él le atribuye el supuesto atraso nacional, la estrechez de miras, el lastre histórico... Todo lo malo vendría del campo, de los pueblos, de la asfixiante provincia. Donde se suponía que habitaban las mentes cerradas, la grosería y la ordinariez, la vulgaridad y la ignorancia, y esas costumbres que generan una tradicional deuda con el adelantar de los tiempos. Pero es de sospechar que en la altivez urbana haya habido también esa ofuscación propia de la ignorancia, que la ha llevado a despreciar cuanto ignora. Sea como fuere, es posible que siempre haya existido un amor tan desaforado como secreto de los españoles por su pueblo, su terruño, su provincia, a la vez que un forzado desdén público hacia lo pequeño, paleto y aldeano. Como si nadie quisiera dejar entrever su apego por la patria chica para no ser tachado de castroja o provinciano. Siempre me sorprendió el orgullo con que, en la mayoría de los países de Europa, aprecian a sus pueblos, frente a la desestimación general que se siente por lo rural en España.

Entre el pueblo y la capital, o grandes ciudades, se encuentra la provincia, que a mi modo de ver está floreciendo de algún modo. La provincia es el término medio, el equilibrio entre esos dos mundos opuestos. Durante estos años de brutal recesión, los pueblos no se han cuidado. Su impresionante patrimonio natural, histórico o artístico, está abandonado, deteriorado. Cayéndose a pedazos por falta de medios e interés. Mientras, la provincia resiste. Más o menos. O sea, que se habla mucho del auge del nacionalismo, pero yo creo que lo pujante hoy día es el provincianismo, el sustituto del patriotismo: porque el moderno patriotismo es un probado provincianismo.