Opinión
Mallorca
Vuelvo de Mallorca para ir a «Espejo Público» a comentar lo que pasa por España, con la huelga de los taxis, la condena a Juana Rivas y varios temas más que van saliendo a medida que avanza el programa, y a continuación vamos marchando hacia otros países donde poder comparar cómo están ellos y cómo estamos nosotros, pero por el momento detengámonos en Mallorca, lugar de veraneo de la monarquía española hasta hace unos años en que solamente algunos miembros de la Real Familia aparecen por allí ya que los titulares lo hacen solo testimonialmente y para la foto por las razones que todos conocemos.
Cuando el viajero llega a Palma las sensaciones son muy otras que cuando llega a Ibiza. Diríase que aterriza en otro archipiélago diferente, ya que entre las Islas Baleares (me niego a escribir Illes Balears porque escribo en español) hay pocas similitudes de paisaje y también de las gentes que las visitan. Mallorca es más selecta en cuanto a público; Ibiza y Formentera son cañeras de tatuaje y piercing, y Menorca es lugar para dormir interminables siestas. Ibiza se divierte hasta el amanecer desde el anterior amanecer. Mallorca también, pero con más señorío y menos absenta, por decirlo de una forma exquisita. En Puerto Portals está Miguel Arias, fiel escudero del Jefe, como él lo llama, que recibe siempre con una sonrisa al visitante, habitual o eventual, y lo hace sentirse como en casa. Flanigan es un referente inevitable para conocer quién es quién en la isla. Nunca un paladar puede aburrirse en semejante templo de la mejor materia prima transformada en platos exquisitos y nada complicados que vienen introducidos por un magnífico «bull shot», si el cliente lo requiere, raro cóctel dificilísimo de encontrar en ningún sitio de España, pero el gran Arias sabe complacer a quien lo insinúa y a quien necesita liquidar su resaca con este bebedizo originariamente británico hecho con consomé de ternera, vodka, salsa perrins, un golpe de tabasco y pimienta negra molida.
Cuando salimos de la ciudad de Palma tenemos infinidad de opciones si queremos patear bien la isla. Inevitables los lugares como Valldemosa, Sóller, Andratx o Binisalem, convertido desde hace ya unos años en zona de viñedos que producen vinos llenos de personalidad como los que hace Corinna Graf a partir de una muy peculiar uva autóctona llamada «manto negro», muy parecida en aspecto a la garnacha pero meridianamente opuesta en sabor y en la evolución de los caldos derivados de ella. En el Moscardón, lugar donde todo puede ocurrir, estuvimos probándolo y nuestros paladares quedaron sorprendidos ante algo tan novedoso, diferente y original. Corinna es otra persona que merece una mención si hablamos de Mallorca y el Moscardón también por ser el barco más divertido y donde mejor se come y se bebe de todo el Mediterráneo.
Luego está la parte vieja de la ciudad, cuajada siempre de turistas que salen de esos monstruos marítimos que dan cabida a cuatro o seis mil pasajeros, y, por supuesto, la catedral. Un templo que mira al mar de soslayo y que es algo así como el faro que todo lo alumbra desde el agua. Esa agua inigualable que va cambiando de color de cala en cala. El azul cobalto de Costa Norte no hay ningún otro mar que lo contenga. Es muy probable que no reparemos lo suficiente en el colorido del agua de nuestras islas. Debe ser que las tenemos muy próximas. Pero quien estas líneas escribe desde el «cuartel itinerante de verano» lo lleva muy grabado en la memoria para contar los matices de otros mares que iremos viendo en este agosto caluroso y plomizo donde ya nos vemos metidos de hoz y coz.
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