Opinión

Mundo sujetable

Para la evolución darwiniana, la inteligencia humana fue un factor determinante en la supervivencia de la especie. Alcanzado ya cierto punto de progreso, cabe preguntarse si el funcionamiento adaptativo –por su propia dinámica de objetivos cumplidos– no se habrá invertido y ahora lo que garantiza a corto plazo la supervivencia de la especie es la ignorancia y la estupidez. Me lo hacen sospechar las cifras demográficas de los países avanzados: compruebo que cuanto más civilizada y sensata es una sociedad, menos deciden reproducirse sus seres humanos.

La inteligencia, por tanto, puede que se haya convertido en algo contraproducente para la continuidad de la especie. Pero ¿de qué inteligencia estamos hablando? Porque da la sensación de que, por muchos tests que inventan los psicólogos para medir el coeficiente intelectual, siguen fracasando estrepitosamente a la hora de definir y medir lo que es la inteligencia. Si hablamos de cuantificar la inteligencia computacional de un humano, poco resolvemos; ya que lo que estamos haciendo es evaluar una unidad temporal: la velocidad de su pensamiento. Pero en ningún caso estaríamos analizando su calidad. Solo sabríamos decir que piensa más rápido, pero no necesariamente mejor. Pensar más rápido no significa acertar más, puede significar simplemente equivocarse más rápido.

Si nos ponemos a hablar de inteligencia ejecutiva la cosa ya mejora un poco porque supone tener en cuenta los marcos en que esos procesos cognitivos van a desarrollarse. Pero, como esos marcos son muchos y muy variables, volvemos a estar como al principio, con la incertidumbre de la variedad de probabilidades. Por eso me interesa más la sabiduría que la inteligencia. La sabiduría es una erudición de la sensibilidad o, como decía la certera definición de Michael Ramsay, arzobispo de Canterbury, una simple capacidad de contender.

Viendo como se rellena constantemente el «Aquarius», no me parece nada sabio hablar de desarrollo sostenible insistiendo en soslayar la cuestión demográfica. Me niego a usar el adjetivo «sostenible». Lo sustituiré, a partir de ahora, por «sujetable». Bien mirado, hace muchos años que no hablo ya de sostenes sino de sujetadores.