Opinión

Deuda para excitar a un muerto

Los árboles de los homenajes –nada normales, por cierto– a las víctimas de los atentados del 17-A, el nuevo desafío de Quim Torra al Estado y el drama migratorio, con la tragedia del puente de Génova al fondo, ocultan un bosque con vegetación tan vital como la que concentra la atención o incluso más. El independentismo, el 17-A por la mañana, no abucheó a los Reyes, ni a los políticos constitucionalistas, pero fabricó un ambiente tenso y no es termómetro de normalidad que, por ejemplo, el líder popular, Pablo Casado, pudiera pasear sin problemas por las Ramblas, como señalan algunos. ¡Faltaría más! Por la tarde, el president Torra encabezó un aquelarre antiespañol, antimonárquico, anticasitodo. Y todo, en un país, España, en el que la deuda públlica ha alcanzado la cifra de 1,163 billones –con «b» de barbaridad– de euros.

La deuda es uno de los principales problemas de España. Ha sido el recurso utilizado por los Gobiernos de Rodríguez Zapatero y de Rajoy, para gastar –desde 2009– 700.000 millones más de lo que ingresaban. Y sigue en aumento porque persiste el déficit. Esos 700.000 millones se han utilizado para pagar subsidios y prestaciones de todo tipo, pensiones incluidas –de forma indirecta–, y la sanidad y la educación y un largo etcétera, incluidos 60.000 millones para las Cajas de Ahorros. Fue la fórmutipo de Zapatero para afrontar la crisis, por consejo del entonces líder de UGT, Cándido Méndez, que convenció al presidente socialista de que en tiempos de crisis es inútil intentar crear empleo porque eso es «como pretender excitar a un muerto», como explicaba en privado.

Méndez sugería subsidiar y subvencionar todo lo posible y pagarlo con deuda. Zapatero le hizo caso y empezó la espiral de la deuda, que Rajoy tampoco pudo parar. Ahora es el gran reto del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuyo futuro también depende de este asunto y sus opciones son reducir gastos y subir impuestos, o las dos a la vez, porque cebar más la deuda también es tan estéril como «intentar excitar a un muerto». Los árboles quizá oculten el problema, pero la prima de riesgo está lista para volver y dar algún disgusto si no le gustan las cuentas del Gobierno.