Opinión
Mal en el fondo y en las formas
En democracia importan tanto el fondo como las formas. El qué y el cómo. La sustancia y el proceso. Es decir, no sólo resulta necesario evaluar el contenido de las decisiones políticas, sino también el modo en el que esas decisiones políticas se despliegan. Y así debe juzgarse el reciente acuerdo alcanzado entre PSOE y Podemos de modificar la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera para burlar la capacidad de veto del Senado en la aprobación del techo de gasto.
Como es sabido, la actual ley establece que el techo de gasto debe ser aprobado por el Senado: el PP cuenta a día de hoy con una mayoría absoluta en la Cámara Alta, lo que habría garantizado que el partido de Pablo Casado tumbaran la propuesta socialista de Pedro Sánchez, que consiste en incrementar los desembolsos no financieros del Estado en un 4,4% a lo largo de 2019 para así repartir dádivas monetarias entre los votantes antes de las próximas elecciones municipales, autonómicas y también generales. ¿Cómo suprimir esa capacidad de veto de un techo de gasto imprudente e irresponsable?
Pues, en esencia, amordazando al Senado, esto es, modificado en el Congreso de los Diputados la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera para que el Senado no tenga que pronunciarse sobre la propuesta de techo de gasto efectuada por el Gobierno. Como decía, la triquiñuela política es criticable tanto por lo que busca como por cómo lo busca. Por un lado, es cierto que el veto del Senado queda fijado en una ley que el Congreso tiene capacidad para modificar unilateralmente: pero no es menos cierto que ello equivale a usar los agujeros de la democracia para dinamizar los pesos y contrapesos que se consagran en la separación de poderes. Lo que deberían explicar Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es por qué les parece mal que el Senado pueda pronunciarse sobre el techo de gasto: y, por desgracia, la única respuesta que han sido capaces de balbucear hasta el momento es que les parece mal porque no son ellos quienes controlan el Senado.
Es decir, si la separación de poderes se interpone en la ambición política, entonces toca erosionar esa separación de poderes. Un mensaje reconfortante. Por otro lado, no se trata solo de que el procedimiento esté viciado de raíz, sino que, además, se vicia para empeorar la situación financiera del Reino de España: gastar más aún a costa de endeudarse más. A la postre, la elevación del techo de gasto va de la mano de un incremento de los objetivos contenidos en la senda de déficit y de deuda, en un contexto en el que, precisamente, los pasivos estatales ya acaban de registrar su máximo histórico (1,162 billones de euros o 25.000 euros aproximadamente por ciudadano español). En suma, lo que necesitamos es menos gasto, menos déficit y menos deuda, no más gasto, más déficit y más deuda. Pero, desde luego, no necesitamos más gasto, más déficit y más deuda por la vía de soliviantar la separación de poderes.
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