Opinión
Horario único
Ahora que vengo de un mes –sí, un mes, con sus treinta días– de vacaciones, donde jamás he llevado puesto el reloj y casi no sabía en qué día vivía, me encuentro con que Europa parece decidida a eliminar el cambio horario. Debo reconocer que seré un bicho raro o que tal vez solo soy periodista y escritora y, por tanto, he tenido que adaptarme siempre a los horarios más insólitos por exigencias de la profesión. Pero qué quieren, a mí lo del cambio de hora nunca me afectó. Como lo leen. Cuando he tenido que cambiar el reloj he celebrado si me tocaba dormir una hora más o me he acordado de mis muertos si correspondía una hora menos. Más allá de ver más o menos luz al levantarme, con cierta pereza, nunca me ha resultado un problema. Los estudiosos llevan décadas contando que esto no tiene sentido y que es malo para aquello y para lo demás, pero los mortales, o al menos esta, lo hemos notado mucho menos que la subida de la luz, por citar algo que sí preocupa de verdad. Si ahora los europeos al completo deciden cambiar y apostar por el horario único pues, qué quieren que les diga, será para bien. Aunque les confieso que lo que me gustaría es que por fin se conviniera un sistema fiscal único o una legislación común y realista para aplicar al conflicto de la inmigración y al de los refugiado. Pero bueno, mientras llega aquello –que llegará, espero–, compartamos tiempo u horario en toda Europa, que no es lo mismo, aunque lo parezca...
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