Opinión
Periodismo gonzo
La canícula permite hacer experimentos extravagantes. Uno de los que he probado estas vacaciones ha sido ver por televisión las declaraciones de los políticos sin sonido, atendiendo solo a su lenguaje corporal. La hipótesis que he podido construir es que el político, cuanto más gorda la mentira, más pone todo su cuerpo al servicio de intentar impresionar al interlocutor. Cuando dice una verdad que convence por su propio peso específico lo hace sin inmutarse, relajado, seguro, sin mover una ceja. Pero cuando le toca sostener un argumento cuya inconsistencia provocará muchas objeciones (y que afecta a su supervivencia) el político no puede evitar sobreactuar. Mira fijamente, demasiado fijamente, a su interlocutor.
Mueve las manos, adelanta el cuerpo, levanta las cejas, ojiplatea con intensidad. Es como si quisiera dotar de fuerza corporal a una cosa que sabe que carece de la fuerza de la verdad. Resultan visiblemente perjudicados por la aplicación de esta teoría Dolores Delgado y Artur Mas. En aprietos, desbordan lo que sobre las tablas se conoce como sobreactuación y entran ya en la disciplina mítica de lo que se da en llamar el gran histrión.
Vale la pena aplicarles los métodos del gran Hunter S. Thomson y el periodismo Gonzo, una subjetivísima técnica de su invención que provocaba contrastes reveladores. Thomson tuvo que cubrir la campaña a las elecciones presidenciales de Nixon, cuyas manifestaciones públicas sugerían premisas similares a las que acabo de proponer. La manera que tuvo Hunter de transmitir esa sospecha al público fue muy directa. Encabezó su artículo con una foto de Nixon en uno de sus momentos de énfasis y el siguiente titular en forma de pregunta: ¿Usted le compraría a este tipo un coche usado?
Ver hoy en día a Artur Mas sin sonido en una entrevista, demacrado, envejecido; fijando nerviosa y esforzadamente su mirada en los ojos del entrevistador, cual aspirante a telequinésico que suspirara con desesperación por mover algún día una naranja, ha respondido para mí a la pregunta de una manera diáfana, irrebatible. No diré la respuesta. Que cada cual mire su televisor, en íntimo y sincero silencio, y extraiga sus propias conclusiones.
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