Opinión

Entre pillos anda el juego

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han inaugurado el nuevo curso político con la escenificación de una especie de luna de miel, que terminará casi seguro de forma abrupta cuando convenga a uno de los dos. Pelean por una parte del mismo electorado y el presidente del Gobierno y el líder de Podemos –autoproclamado vicepresidente de gasto– persiguen la ruina política del otro. Sánchez, en la Moncloa, gana tiempo con la negociación de unos Presupuestos que nadie sabe si saldrán adelante, sea el que sea su contenido. Todo depende, además, de lo que decidan los diputados que deben obediencia a Carles Puigdemont, y sus intenciones, que ahora mismo, como decía Winston Churchill de Rusia, son «un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma».

Iglesias, como Sánchez, baraja la hipótesis del adelanto electoral, pero no puede permitirse que la legislatura acabe por su culpa. Eso es lo que explica su nueva cara, más amable con el inquilino de la Moncloa y con el PSOE, aunque en sus propias filas –siempre un gallinero– ya hay quien le advierte que puede espantar a su clientela más radical. Justo lo contrario de lo que les sucede a los socialistas, que parecen descuidar su flanco más centrista, confiados, quizá, en el teórico desconcierto del centro-derecha, con Casado concentrado en reorganizar el PP, mientras Rivera sigue en busca de su lugar exacto. Los grandes anuncios de Iglesias tras reunirse con Sánchez –la Moncloa, por decisión estratégica, ni tan siquiera los comentó– quizá no se traduzcan en nada. Al fin y al cabo, para el líder del Podemos lo importante es tener en vilo a las empresas y a los ricos de 140.000 euros para que esté satisfecha su parroquia.

Susana Díaz y Rivera escenifican al mismo tiempo sus desavenencias en Andalucía para justificar un adelanto electoral que les conviene a ambos. La presidenta andaluza intenta acorralar a Podemos-Andalucía y a su líder, Teresa Rodríguez, con quien están rotas las relaciones y no hay posibilidad de arreglo. Rivera, por su parte, necesita un buen resultado a costa del PP, que allí lidera Juan Manuel Moreno, al que Casado está obligado a mantener. El jefe de Ciudadanos sabe que su futuro y el de su partido dependen de que las urnas –en detrimento del PP– le sonrían en Andalucía. Si no lo consigue todo su proyecto estará muy herido. Por eso, porque cree que tiene una oportunidad con el PP en reconstrucción fuerza unas elecciones que también le interesan a Susana Díaz que, además, incluso habría pactado con Juan Marín –líder de Ciudadanos en Andalucía– un acuerdo postelectoral, lo que tampoco excluye una traición, siempre posible en política, como la más que probable entre Sánchez e Iglesias, que llegará cuando convenga al más hábil. Entre pillos anda el juego.