Opinión
Doble traición
A los norteamericanos, cuando hablan de su presidente, les cuesta verbalizar la palabra traición. Y eso a pesar de que parecen acumularse los indicios razonables de que Trump y su equipo podrían haber tenido connivencia con la Rusia de Putin para influir en el electorado. La prudencia en aplicar la palabra no desmerece a la democracia estadounidense, sino todo lo contrario. Al fin y al cabo, por mucho que luego se hayan arrepentido de su error, Trump ha sido elegido por los votos de sus compatriotas y eso merece respeto democrático a fin de cuentas. Para desalojarlo de ese respetable lugar al que le han aupado, se necesitan un montón de pruebas y evidencias que, bien mirado, son los mecanismos de seguridad de la democracia. En medio de ese desconcertante momento, en que todavía no hay una demostración definitiva pero las evidencias van acumulándose, ha aparecido una columna anónima en el «The New York Times» contando interioridades de la Casa Blanca y el bajo concepto de su jefe Donald que parece tener parte de su propio equipo. Todos conocemos el viejo refrán de quien roba a un ladrón. Pero ¿puede aplicarse también a la traición? Si presuntamente se está traicionando a un presunto traidor, ¿esas traiciones se suman unas a otras o se restan entre sí? ¿Se agrava doblemente el escenario de traiciones o se contrarrestan? Mientras los pensadores intentan dilucidar esas cuestiones, las contradicciones interesantes aumentan. ¿Es legítimo conspirar anónimamente contra una voluntad expresada en las urnas cuando uno dispone de más información que los votantes y sabe que su voluntad se está usando de una manera que no es decente? ¿Es democrático? ¿Quién diagnóstica lo que es decente y lo que no? ¿No se corre el peligro de usar la decencia como excusa para perpetrar conspiraciones injustificables? Trump, como es infantil, bárbaro, caprichoso e inmoral pero no tonto, ha puesto el acento en el punto más débil del delator: el de la cobardía del anonimato. Si el anónimo denunciante está tan seguro de lo que dice, que lo manifieste a cara descubierta. Por supuesto, su –de nuevo inmoral– objetivo no es la valentía, sino cargar contra él con todas las fuerzas trituradoras de su cargo.
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