Opinión

Bono basura en la ciudad de los espías

El «soyarismo» capituló ayer, víspera de la Diada de 2018, que Quim Torra presentará como prueba del músculo independentista. Soraya Sáenz de Santamaría, vicetodo de Rajoy, la mujer más poderosa de España desde Isabel la Católica, según sus críticos, enterró sus ambiciones políticas en Cataluña cuando tuvo que gestionar la deriva del «procés». Parapetada en el Derecho con mayúsculas, quizá olvidó que Francesc de Carreras, fundador de Ciudadanos, advertía que «no todo empieza y acaba en cumplir o incumplir las leyes; hay vida más allá y más acá del Derecho». Incluso después del 1-0 de 2017, el 12 de octubre, en el Palacio Real de Madrid, Sáenz de Santamaría hablaba con Nuria Marín, alcaldesa socialista de Hospitalet –muy alarmada aquellos días– de «la importancia del derecho administrativo» para acometer el asunto catalán que, entonces, ya le había desbordado. El futuro, más allá de la política, empezó ayer para la ex-vice y será brillante. Lo que quede del «sorayismo» se diluirá en el PP de Pablo Casado, que no quiere líos y será generoso. Reservaba la presidencia de una Comisión del Congreso de los Diputados para la abogada del Estado Sáenz de Santamaría, pero ella no se veía junto a un líder que no forma parte de los altos cuerpos de la administración del Estado.

La Barcelona que tantas veces visitó la ex-vicepresidenta y a la que tanto se quiere acercar Casado, es ahora «la ciudad de los espías», según Michael Stothard, corresponsal en España del «Financial Times». Publicó, al principio de verano, un artículo en la Biblia de la información económica, que pasó inadvertido –quizá no fue casual–, y en el que un oficial de inteligencia de la policía catalana, con nombre supuesto, describía a Barcelona como «una tierra de espionaje, tribus politicas en guerra y grabaciones secretas, en la que se libra una batalla subterránea sobre el futuro de España. Una ciudad convertida más en una reminiscencia de los campos de la guerra fría de Viena que en una metrópoli del siglo XXI». El policía –no ha habido repercusiones– admitía su miedo porque «mis colegas podrían matarme por hablar con un periodista en serio». Las últimas declaraciones de Torra, que presume de la pujanza económica del Principado, aunque moderadas en la forma, suenan más a batalla que otra cosa y hay quien ya ha acuñado el concepto de «guerra civil fría». Mientras, la Generalitat rompe su contrato con la agencia de rating S&P –el «Financial Times» se estudia en muchos sitios– para evitar que la solvencia de Cataluña y su deuda –77.000 millones– sea considerada «bono basura». Diada en la ciudad de los espías y del «bono basura».