Opinión
Tormenta perfecta destructiva
Agustín Carstens, el orondo mexicano gerente general del Banco Internacional de Pagos (BIS), acaba de advertir que se acerca «la tormenta perfecta destructiva». El augurio llega a los diez años del colapso de Lehman Brothers. El jefe del BIS, sucesor en el puesto del español Jaime Caruana –ahora consejero del BBVA que preside Francisco González–, apunta al proteccionismo rampante como responsable de la próxima crisis, si nadie lo evita. Hay datos aterradores: la deuda mundial suma ya 233 billones de dólares, es decir, 318% del PIB planetario.
Peter Praet, alemán y economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), alerta de que no existen precedentes a una retirada de estímulos –reducción de compra de deuda pública– como la iniciada por la institución que preside Draghi con Guindos de vicepresidente. Esa falta de referencias abre las puertas a la incertidumbre monetaria. El presidente del BCE, por cierto, también coincide con Carstens en sus temores sobre el «creciente proteccionismo».
La bolsa de Wall Street cerró el viernes cerca de los 26.200 puntos, en máximos históricos y, sobre todo, con la racha alcista más larga de la historia. Comenzó el 9 de marzo de 2009 y solo es cuestión de tiempo que termine. También el viernes, John Normand y Federico Manicardi, estrategas de JP Morgan anunciaron, que la próxima gran crisis financiera llegará en 2020, con caídas bursátiles del 20% en Estados Unidos, del 50% en los mercados emergentes y descensos del 35% de los precios de la energía.
La OCDE constata signos de desaceleración en las grandes economías europeas, con un deterioro mayor de la situación en España. La ministra Calviño, sin embargo, ve una economía vigorosa y dice que si las cosas cambian, no es dramático, se modifican las previsiones y se sigue adelante, mientras deja claro que –sí o sí– subirán los impuestos. El Gobierno de Sánchez, por ahora, no es responsable de la desaceleración económica, pero puede serlo de no querer verla y de no tomar medidas a tiempo. Repetiría el error de Zapatero y Solbes, admitido por ellos mismos y que tanto costó. La «tormenta perfecta destructiva» está en formación, mientras España se concentra en exhumar a Franco –nadie lo discute– y en escrutar los manifiestamente mejorables historiales académicos de sus líderes, incluido el doctorando de Rivera. Hay tiempo para prepararse ante la tormenta, pero hay que remangarse y olvidar distracciones.
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