Opinión

Vamos avanzando

Nadie lo hubiera dicho hace unos años, pero esta semana se han dado en nuestro país hechos prodigiosos que hablan a las claras de cómo, gracias al cambio generacional, vamos consiguiendo el progreso tan ansiado. Hemos visto por fin a los periodistas haciendo cola para entrar en la biblioteca de una universidad. Hemos visto también –en este país, conocido por sus poltronas perpetuamente adherentes– a toda una ministra dimitiendo por fin a causa de haber copiado en su tesis. Esto, hasta hace poco, solo sucedía en Alemania. Tal dato solo puede significar que dentro de poco alcanzaremos también al fin la tecnología necesaria para falsificar los controles de contaminación de nuestros vehículos y dimitir por ello. Por ahora, al menos ya hemos conseguido la capacidad tecnológica necesaria para hacer unas bombas maravillosas que, por lo que cuentan, están tan bien hechas que solo matan a los malos.

Preguntamos entonces: si las mentadas bombas eran tan inteligentes, ¿por qué el Gobierno quería prohibir su venta a los jeques? Y otra pregunta (con perdón) colateral: ¿quién decide quienes son los malos? ¿La propia inteligencia de las bombas?

Algunos se han dejado decir que con su dimisión la ministra daba ejemplo. Pero, si nos ponemos en el terreno de lo ejemplarizante, lo único que cabe decir es que copiar sin permiso es, bajo cualquier punto de vista, un clarísimo mal ejemplo. Tampoco es que sea muy buen ejemplo hacer preguntas parlamentarias sin permiso. El progreso no se ha acelerado todavía tanto como para hacer dimitir a todo un presidente del Gobierno por haber hecho una tesis flojilla que ha sido premiada con «cum laude». Al fin y al cabo, en este país los «cum laude» se repartían hasta hace poco con la misma alegría que las propuestas de créditos preconcedidos de Cofidis. ¿Quién no tenía una?

Hace unos años se vio que la estadística de «cum laudes» en nuestro país era tan surrealista que casi alcanzaba el pleno. Hasta las instituciones tomaron nota. Los más escandalosamente perjudicados están siendo los «cum laude» merecidos. Sería bueno que se reuniera la conferencia de rectores para arreglarlo y no precisamente para, airados, sacar pecho.