Opinión

El PSOE, rehén de su propia demagogia

Una de las puntas de lanza empleadas por Pedro Sánchez para llegar a La Moncloa fue la demagogia con cargo al sistema público de pensiones. La reforma del mismo aprobada por el Partido Popular en el año 2013 se convirtió en carnaza de la mayoría de tertulias políticas del país y del discurso público de los socialistas. Que si los pensionistas iban a ver congeladas sus pensiones al margen de la evolución del IPC, que si a partir de 2019 las pensiones iban a cercenarse conforme se elevara la esperanza de vida, que si las pensiones a medio plazo perderían entre un 5% y un 10% de su poder adquisitivo, etc. Todas estas admoniciones eran ciertas, pero se presentaban como calamidades perfectamente evitables con una pizca de voluntad política (si bien jamás se concretaba qué voluntariosas medidas políticas iban a permitir revertir el gigantesco déficit presente, y sobre todo, futuro de la Seguridad Social).

A contrario sensu, el Partido Popular era dibujado como una formación política sin voluntad política alguna para evitar empobrecer a los pensionistas. Ciertamente, ya por aquel entonces, uno debería haber sospechado de una narrativa tan ideologizadamente sesgada. Por un lado, el principal granero de votos del PP son los propios pensionistas, de modo que no parece que deba destilar una especial inquina hacia ellos; por otro, el mismo discurso que vociferaba contra la reforma-recorte de las pensiones aprobada por el Partido Popular en 2013 guardaba un conveniente silencio con respecto a la reforma-recorte de las pensiones aprobada por los socialistas en 2011, aun cuando las dos representaron una minoración parecida de los derechos previsionales de los pensionistas. ¿Por qué tanta queja contra los recortes del PP y tanto silencio sobre los recortes del PSOE? Pues porque sólo se trataba de instrumentar políticamente la crítica a tales recortes, aun siendo conscientes de que todos ellos eran imprescindibles para garantizar nuestra sostenibilidad financiera y, en consecuencia, que todos ellos eran estrictamente exigidos por el Ejecutivo comunitario . Tanto ha sido así que, de hecho, nada más ocupar el PSOE la poltrona presidencial ya han comenzado a rectificar y desdecirse de muchas de sus proclamas previas.

De entrada, el Pacto de Toledo está acordando actualizar las pensiones no en función sólo del IPC, sino de un conjunto de indicadores macroeconómicos (crecimiento del Producto Interior Bruto, evolución de los salarios, IPC, etc.) que moderarán apreciablemente la magnitud de esa subida. Hasta tal punto han comenzado a rectificar que Podemos ha llegado a amenazar con salirse del propio Pacto de Toledo y no regresar a él hasta que se rectifique en ese extremo.

Asimismo, hace dos días, el ex ministro de Industria socialista durante el primer mandato de Felipe González, Carlos Solchaga, criticó a los pensionistas por estar percibiendo unas rentas que eran sustancialmente superiores a cuanto habían cotizado a lo largo de sus vidas laborales. Y, finalmente, la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, rechazó ayer aprobar una reforma de las pensiones que no contara con un amplio apoyo parlamentario, lo que vuelve necesariamente dependiente de un acuerdo con Ciudadanos y el Partido Popular (formaciones políticas reticentes a reindexar directamente las pensiones al Índice de Precios al Consumo). En definitiva, el Gobierno de Pedro Sánchez ya ha comenzado a dar marcha atrás en su propaganda a cuenta de las pensiones.

La realidad siempre termina imponiéndose y, si finalmente se reindexaran las pensiones al IPC, sería necesario aprobar otros recortes que compensaran el consiguiente aumento del gasto. El problema, claro, es que la demagogia del Gobierno socialista sobre este asunto ha terminado alimentando el populismo de Unidos Podemos y de los lobbies de pensionistas. ¿Quién les explica –y, sobre todo, quién les convence– ahora de que todo cuanto se les estuvo vendiendo durante años era una mera mentira electoralista?