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Opinión
El cupo desvelado
A instancia de un investigador, un juez de Madrid ha decidido obligar al Ministerio de Hacienda a desvelar toda la información que se utiliza para calcular el cupo que vascos y navarros pagan al Estado en función de la singularidad fiscal de su régimen de concierto. El juez sentencia que «los ciudadanos pueden conocer cómo se toman las decisiones que les afectan (y) cómo se manejan los fondos públicos». Todo muy loable, pues en una sociedad democrática el secretismo sobre tales asuntos es sin duda reprobable. Así que, por fin, después de un siglo y tres cuartos, podremos saber el tamaño del pufo que las Diputaciones Forales nos han metido al conjunto de los españoles. Hasta ahora teníamos estimaciones de lo que podría suponer, pero después de esta sentencia podremos contabilizar hasta el último céntimo –y las cifras no son menores, pues gracias a ellas los vascos y navarros han gozado de una financiación per cápita que duplica la media nacional–.
Claro que ello ocurrirá si el Ministerio de Hacienda da cumplimiento a la sentencia, lo que está por ver. No hay que ser un lince para sospechar que a la señora Montero ya le estarán llegando las presiones del PNV para que haga chitón y no se dé por enterada. Al fin y al cabo la historia de este asunto es la de la tenacidad con la que desde el País Vasco y Navarra se le ha ocultado al Estado cualquier información que fuera relevante con el fin de pagar lo mínimo posible o, sencillamente, no pagar. Ello ha sido así porque, como señaló Julio Caro Baroja hace tiempo, los vascos creen que si no valen más que los demás, no valen nada. Y hay que decir que siempre, incluso cuando lo de las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco, el Estado se ha achantado.
Este tema lo podría haber solucionado la Reina Regente, doña María Cristina, cuando en 1893 estuvo dispuesta a enviar a la tropa para hacerles pagar a los navarros lo que debían, pero lamentablemente fue persuadida por Martínez Campos para no hacerlo. Este general argumentó que lo que se iba a sacar no compensaba el gasto de la movilización militar. Ya se sabe, si el huevo es pequeñito –y lo era porque, entonces, Navarra no llegaba a los 300.000 habitantes, su economía era rural y la filoxera hacía estragos– defender el fuero parece superfluo. Pero no lo es, como vemos después muchos años, pues de los polvos del pasado vienen los lodos del presente. Esperemos que a la ministra Montero no le pase lo mismo que al ilustre general.
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