Opinión

Cataluña, isostasia y aburrimiento

Jaume Vicens Vices, hace más de medio siglo, tuvo la intuición genial de iniciar su libro canónico «Noticia de Cataluña», tan citado como poco leído –dentro y fuera del Principado– con el epígrafe «Isostasia histórica». Muchos años después, como si fueran personajes de García Márquez, el Quim Torra y los diputados catalanes de ERC y del PDeCAT, que sostienen su Gobierno inane, aplican la isostasia, que es la teoría que explica el equilibrio de las masas en el interior de la corteza terrestre. En este caso, es en el interior de la extraña alianza de los seguidores de las distintas familias independentistas, desde las que deben –porque quieren, claro– obediencia a Puigdemont, las que se identifican con el encarcelado Junqueras, las que se consideran herederas de la extinta Convergencia y las que van por libre, con sus propias ambiciones, como la que encabezaría Elsa Artadi, que cada día se habla menos con Torra, viaja al caer la tarde a Madrid con frecuencia, cena con socialistas, y regresa al alba a la Ciudad Condal.

El laberinto catalán es cada vez más inextricable. Más allá de la isostasia independentista, al margen de lo que haga la CUP, destacan los nervios de Roger Torrent, presidente del Parlamento catalán y posible futuro candidato de ERC a la Generalitat. Afronta la tesitura de aplicar un acuerdo votado por la Cámara en contra del criterio de los servicios jurídicos del Parlamento. Eso fue lo que llevó a su predecesora Carme Forcadell a la cárcel y Torrent ni olvida, ni quiere seguir ese camino. Al mismo tiempo, Quim Torra, presidente vicario de la Generalitat, constata que cada día está más solo y que ya es menos uña y carne con Puigdemont, que se fía más de Costa, vicepresidente del Parlamento. Gana tiempo hasta que haya sentencia por el 1-O, pero su ultimátum al Gobierno solo ha servido para constatar la falta de voluntad de diálogo del independentismo, ya sea con Rajoy o con Sánchez, que debe tener cuidado si no quiere que el asunto le pase factura fuera de Cataluña. Eso sí, ahora más que nunca, es posible que haya presupuestos, porque como advierte Pablo Iglesias a los independentistas, hay que evitar que el PP vuelva a la Moncloa. Mientras, en el resto de España se instala la sensación –unida a un cierto hastío– de que, en relación con Cataluña, «¡es todo aburrido!», que fue lo último que dijo Churchill antes de morir, según el médico alemán Hans Halter, especialista en palabra agónicas. Pues eso, isostasia y aburrimiento.