Opinión
Los viernes
Me da pena que un día se acabe este Gobierno bonito porque es una fuente inagotable de temas para escribir. Sé bien que todas las ideas están encima de la mesa, como en una ruleta que hacemos girar, son como latidos de un corazón que funciona correctamente, sin extrasístoles, sin fibrilaciones... un corazón pausado que sabe marcar un tic tac inagotable... ¡qué bueno debe ser eso! Que se lo digan si no a Karl Lagerfeld, a quien llaman el inmortal, quizá porque continúa renovándose con 85 palos, porque no caduca... ¡quién fuera Carolina de Mónaco, siempre a su vera, vestida con sus creaciones!, aunque como decía mi amiga Raquel, que está en el cielo, ni siquiera ella es feliz.
Dejémonos de divagaciones y hablemos del Gobierno, como decían Tip y Coll, que también están en el cielo. Cada viernes, la ministra portavoz nos da para hablar, ahora por patética, ya empieza a dar pena la pobre asumiendo el papel de explicarlo todo en vez de un doctor Sánchez que debería aclarar lo de Villarejo, lo de la Delgado, lo de su tesis, lo del astronauta si bien este último ha dado la cara un par de veces, una para mentir y otra para rectificar la mentira, cosa que no ha hecho la ministra de Justicia, y es que, si sostienes las cloacas, te quedas sin argumentos.
Este viernes, la buena de Celaá salió hablando de «fake news» diciendo que son producto de un mundo globalizado, noticias de la posverdad, se hizo un lío la pobre hablando de la libertad de expresión y de que había que reflexionar sobre lo que se informa, y es que no hay cómo meterse en camisas de once varas para aturullarse y hacerse un nudo la lengua, como si se hubiese tomado tres dry martinis.
Los viernes ocurren muchas cosas además de la rueda de prensa post Consejo de Ministros de la señorita pepis, por ejemplo, suele subir la bolsa, el director de la Real Academia Española anuncia que no optará a la reelección... y ahí nos detenemos al darnos cuenta de que Juan Luis Cebrián, Janli para los amigos, o sea, el autor de «La Rusa» está como un águila sobrevolando a su presa, preso él mismo de la ambición de ocupar el puesto del profesor Villanueva que, pese a sus ansias ya calmadas de trepar, aun poniendo su pie encima de un cadáver exquisito, goza de méritos y sapiencias suficientes como para alcanzar la cima del Everest Académico, luego de haber pasado con todo honor y alguna gloria por el rectorado de la histórica universidad de Santiago.
Yo al autor de «La Rusa» lo vería al frente de la Docta Casa igual que vi a Sánchez en la Asamblea General de Naciones Unidas, quiero decir, como me vería yo en el papel de Arzobispo de Toledo y Cardenal Primado de España visitando a Su Santidad en el Vaticano. Pero, claro, si tenemos en cuenta que vamos hacia un igualitarismo, que en los tiempos en que vivimos supone obligatoriedad para que las mujeres ocupen puestos de relevancia en una proporción del 60% - 40%, tampoco sería de extrañar que, si me pongo a ello, alcance la dignidad de Arzobispa ahora que con un Papa tan aperturista las mujeres podrían acceder al sacerdocio. He crecido pensando que no era perfecta, aunque con ciertas dudas. Con el tiempo he ido desarrollando ciertas taras, entre ellas la de ser testaruda y alcanzar lo que me propongo, sin dejar de complacer a los varones que han protagonizado mi vida. Así que, si me pongo a ello, llegaré a clériga, lo mismo que Sánchez alcanzó la Moncloa y Cebrián, no lo duden, alcanzará la jefatura de la RAE.
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