Opinión
La ultraderecha
Años de gritar «ultraderecha» a cuanto discutía su catecismo y llegó un partido que parece no avergonzarse del sambenito. El estallido de Vox recalibra un término más desenfocado que Robin Williams en Deconstructing Harry. Descontada la saludable profilaxis de no endosar con la etiqueta a quienes nunca la merecieron, el jarro de agua fría: Vox encaja mal con lo que cualquier alfabetizado debería de entender por fascismo. No tanto por sus simpatizantes, que no sé, como por su programa. Que en ningún momento aboga por la violencia o promueve el gobierno de un autócrata. Aunque algunos tics, algunos gritos, algunos lemas, huelen mal. Empezando por el españolismo. Cuando resulta que desde el 78 el nacionalismo español ha consistido en defender la Constitución y el Estado de Derecho. Asociada al grito tribal aparece la desconfianza hacia Europa, que comparte con Podemos, Cup y formaciones afines. Más la agitación de un espantajo, ¡los inmigrantes!, que tantos frutos deparó a los ultraderechistas del mundo uníos. El problema de Vox pasa porque ¡los inmigrantes! y los discursos del miedo, y la hiperventilada defensa de «los de aquí» y «los nuestros» es que esa violencia retórica, decantación xenófoba, sólo podría otorgarle réditos electorales si la «invasión» fuera real. Si las fronteras agonizasen a punto de hundirse. Si los «invasores» llegaran desde países con los que nada tenemos que ver en términos culturales. Si fueran encajonados en guetos oscuros, arrasados y herméticos.
A Vox, al fin, le faltan los turcos de Alemania. Los argelinos en París. Los mexicanos y salvadoreños que agita Trump. Los europeos continentales, empezando por las enfermeras españolas, que nutrían el discurso del fascista Farage. Vox añora al enemigo de fuera. Al extranjero. Lo tiene todo, el vozarrón, los spots, las banderitas, menos los banlieues y las villas miseria con suficientes mezquitas. Aquí, a falta de magrebíes, hubo chachas extremeñas y paletas andaluces. No disponemos de un Frente Nacional. Pero sí de un PNV y una ERC. Por lo demás, una vez adjudicada por los medios la primogenitura del espantajo, conviene recordar que Vox apenas aspira a un 2% en intención de voto. A eso se reduce la revelación del coco españolista. Comparen con Italia. O con el Brexit. O con los EEUU del demagogo y posmoderno y al tiempo soez y populista Trump. ¿Quieren ultraderecha aureolada con votos? Pregunten por Puigdemont.
✕
Accede a tu cuenta para comentar