Opinión

Ahora la culpa es de Ana Pastor

Cuando tildé a Sánchez de «jeta» no lo hice con animus iniuriandi sino, simple y llanamente, con fines meramente descriptivos. Porque etimológicamente es lo que la Real Academia define como «jeta»: «Persona que actúa con desfachatez / Caradura». ¿Cómo, si no, calificamos a un individuo al que otros fabrican una tesis que, para colmo, está plagiada por tierra, mar y aire? El viernes, sin embargo, certifiqué que lo suyo es harina de otro costal. Su posición en el besamanos del Palacio Real me invita a sospechar que es carne de psicoanalista. Cuando has ido al menos a cuatro recepciones del 12-O lo normal, salvo que seas un lerdo sin remedio, es que sepas de qué va la vaina. Quiénes están a un lado y quiénes a otro. Quiénes son los anfitriones y quiénes los invitados. Quiénes saludan y quiénes contestan al saludo. Por no hablar de las clases aceleradas de protocolo que recibió al llegar a Moncloa.

Sólo un tipo con delirios de grandeza se sitúa al lado de los monarcas y cumplimenta al resto de invitados como si el advenimiento de esa República que tanto ansía su copresidente Iglesias se hubiera producido. Sólo es capaz de semejante barrabasada y/o paletada alguien que en una entrevista repite la frase «yo soy el presidente del Gobierno» diez veces. Los pelotas de turno terciaron rápidamente para endilgarle el muerto a Ana Pastor que, según ellos, no siguió las indicaciones de Zarzuela de permanecer junto a los monarcas para hacerse una foto junto a los otros dos poderes del Estado. Mienten y lo saben: no había instrucción alguna al respecto. Treinta horas después, la Casa del Rey sacó una críptica nota que —intuimos porque es farragosita— venía a exculpar al okupa. Es todo muy sencillo: si se iban a fotografiar para dar imagen de unidad ante el reto secesionista, Sánchez y Begoña Gómez lo tenían muy fácil, se situaban junto a Don Felipe y Doña Letizia pero no en su misma posición. Y bajo ningún concepto tenían que ponerse a estrechar manos cual Reyes bis. Basta de embustes. Hace tiempo que sabemos que Pedro y Begoña son el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Y colocar el marrón a Ana Pastor es sencillamente rastrero y no menos cantoso y falsario. Ya se sabe: la culpa es siempre del PP. Pero esa letanía ya no cuela.