Opinión

¿Y la ministra qué?

María Dolores de Cospedal fue ejemplar en su llegada al cargo en 2008 quitándose de encima en tiempo récord el muerto que suponía Luis Bárcenas. Lo hizo contra todo y contra todos. Se dejó infinitos pelos en la gatera y el odio eterno del tesorero y su cuate Javier Arenas, que la tenían y la tienen por su bestia negra. Y esta suerte de Thatcher albaceteña dice ahora adiós anteponiendo los intereses de un PP que fue bastante desagradecido con ella a los suyos personales, empezando por ese aforamiento que convierte a los políticos patrios en intocables.
La historia terminará absolviéndola estructuralmente aunque coyunturalmente se esté llevando una merecida tunda por las formas que se sacó de la chistera para finiquitar la mangancia barcenil. Más allá de esa lectura, otra está tanto más clara: Casado mete una presión insostenible al presidente del Gobierno, que sostiene a una Dolores Delgado a la que los pinchazos de Villarejo dejan diez veces peor que a la otrora general secretaria popular. Sólo una de las aseveraciones de la ministra de Justicia, «Marlaska es un maricón», le hubiera costado la cabeza ipso facto en Francia, Alemania, Reino Unido y no digamos ya en los ejemplares países escandinavos. Por no hablar de esa otra frase en la que no duda en aseverar que prefiere «trabajar con hombres» porque «son más fiables que las mujeres». Una miseria intelectual que destroza los tan ímprobos como falsarios esfuerzos propagandísticos de un Gobierno que se autodefine como «feminista». Pero lo que verdaderamente la inhabilita civil, penal y políticamente de por vida son dos pasajes de su charla con Villarejo que constituyen un delito de lesa inmoralidad en una persona que entonces (2009) era fiscal y ahora es Notaria Mayor del Reino. Aquél en el que ríe a mandíbula batiente cuando el celebérrimo comisario narra cómo ha montado una red de prostitución para extorsionar y espiar a políticos y empresarios. Y ese otro en el que ella misma, no Villarejo, desvela que en un viaje a Colombia vio a fiscales y magistrados «con menores». Dos infracciones de manual del artículo 408 del Código Penal que sanciona la omisión del deber de perseguir delitos.
El sostenella y no enmendalla es munición perpetua para un Casado y un Rivera a los que cada vez que les echen en cara un desliz ético o legal siempre les quedará el recurso de responder: «¿Y Delgado qué, Sánchez?».