Opinión
Serrano y el peso de la camiseta
Se presentó ayer Vox en Andalucía, donde sus expectativas son febles debido a que lo que ellos llaman “derecha acomplejada” jamás ha tenido ocasión de mostrar sus complejos durante su acción de gobierno, con el sambenito de extraparlamentario pintado en la frente y, sin embargo, un magnífico candidato. Igual que el Parlamento regional hubiese merecido contar con la presencia ilustrada que habría ofrecido Martín de la Herrán, víctima de la miopía e inanidad de UPyD (o de Rosa Díez, que viene a ser lo mismo), la oposición al bloque PSOE-Podemos que se viene debería tener enfrente a Francisco Serrano, juez emblemático en la lucha contra la corrección política en general y el papanatismo hembrista en particular, a quien no consiguió despojar de sus puñetas una conjura de necios que se armó para perpetrar su asesinato civil.
Cuentan eso sí, Vox y Serrano, con la ventaja de haber certificado su rebeldía ante las cuestiones que más atormentan a la derecha, empezando por la rama más tóxica de la ideología de género (de su biografía de omiten zorrunamente algunas distinciones concedidas por organizaciones feministas respetables) y terminando, sobre todo, por el tufo anticatólico que desprende la izquierda regional, que ni siquiera durante las persecuciones de la II República perdió el respeto a la fe mayoritaria de los andaluces. Así lo consigna Chaves Nogales en “Andalucía roja y la Blanca Paloma”, una crónica excepcional del bienio rojo, y así era hasta trasanteayer, cuando en el partido mandaba una Susana Díaz a quien enseguida le iba a recetar una carmencalvo cualquiera ese viraje hacia la radicalidad que ha dado.
Preterido por las encuestas, en parte porque siempre las encargan otros y en parte porque (todavía) se nutre mayoritariamente del voto oculto, Vox sueña con fundamento con un escaño para su líder, que es con toda seguridad la cabeza mejr amueblada de cuantas de arraciman a la derecha del PSOE-A. No se trata de un elogio desmedido porque compite con Marín y Moreno, ese M&M que traslada a la política la comparación gastronómica. Frente a Serrano, rotundo jamón, éstos apenas si ofrecen consuelo para el paladar mediante el sabor dulzón e insustancial del cacahuete chocolateado. Si midiésemos la altura intelectual, o sea, no le alcanzarían la cintura puestos ambos uno encima del otro, pero también la política es un deporte colectivo en el que cuenta el peso de la camiseta y Su Señoría, es evidente, se ha equivocado en la elección de equipo.
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