Opinión

Si eres gordo no te mueras

He aquí un caso de los que deberían acabar en el Tribunal Constitucional y no otras orondas memeces con las que los magistrados se pasan años alimentado la impaciencia. Diríase que todos somos iguales ante la ley, pero los gordos se han convertido en una especie a extinguir. Vale lo del etiquetado saludable, noticia del lunes, que nos obligará a sumar y restar azúcares y grasas antes de engullir unas galletas. Ayer conocimos otra: la consellería de Sanidad de Valencia prohibirá la incineración de las personas obesas para no contaminar. Bien es cierto que luego rectificaron, tal fue el escándalo que hizo removerse en su tumba a Florinda Chico. El mal estaba ya cebado.

A estas alturas del dolor de estómago uno no sabe si es mejor morir a causa del dióxido de carbono, por lo que la nueva religión ecologista nos premiaría como mártires con un cielo verde marihuana, o de un atracón de cerdo muerto (no confundir con el jamón como un animalista becerro) y con una faja puesta. En algunos países tocados por el acoso a la báscula se barrunta un activismo gordo que, más allá de lo estrictamente sanitario, clama contra los cánones de belleza y el bullying perpetuo. Los consejos contra el sobrepeso no conseguirán que en la próxima generación la porción del mundo rico cuente con más rollizos que escuálidos. Basta que se unan para formar otro grupo identitario, que es lo que hoy mueve los programas electorales. Menos mal que Pablo Iglesias ha ganado peso desde que es padre. Podrá predicar con el ejemplo. Y así conseguir el voto de la «gente» que come tres veces al día aunque viva en la miseria.

Según el plan inicial, si en Valencia fallecieran a la vez el Gordo y el Flaco, uno sería quemado y el otro no. Lo que además de discriminatorio resultaría cruel. O Concha y Mariano, la pareja de Forges, que no descansarían en paz unidos más allá de la muerte. En esta idea reaccionaria de que pensemos y pesemos igual, el espejo devuelve a la horda política extasiada el reflejo de su propia ridiculez. Muy buenistas con todo aquel que sufra algún tipo de escrache siempre que no pase de los cien kilos. Luego se celebran las portadas con modelos XXL porque chutan un antídoto contra la anorexia. Coman, pues, lo que les venga en gana, siempre que no reten a su salud, y vayan a por el Gordo de Navidad, el único que importa, y que jamás estará prohibido.